En unas semanas, aunque parezca increíble, se acaba el curso escolar y con él llegan las excursiones y campamentos de fin de curso. Estos días ya hemos tenido la reunión informativa del campamento de 3 días con sus respectivas noches que va a realizar nuestra hija de 10 años y tengo sentimientos encontrados. Imagino que no me debe de pasar a mi sola, que debe de ser un mal común entre todos los padres y madres, pero es la primera vez que va a pasar 3 días fuera y no puedo evitar que esa idea me genere cierta inquietud, por no decir miedo, vaya, jajaja…
Ya no es la primera vez que duerme alguna noche fuera de casa, de hecho, en su colegio ya en 1º de primaria hacen una salida a una granja escuela y pasan una noche fuera, ¡igualito que en mis tiempos de EGB que sólo dormíamos fuera en el viaje de fin de curso y teníamos ya 13 años! No os tengo que decir que cuando hizo esa excursión con 6 añitos me costó aún más que con este próximo campamento, es un ejercicio de confianza inigualable y, encima, me va a tocar repetir experiencia el curso que viene con mi hijo que comenzará primaria en septiembre y, no sé, si con ella ya me costó hacerme a la idea, con este “loco bajito” creo que va a ser peor porque le veo incluso menos preparado que mi hija con 6 años, pero, en fin, ya lidiaré con esa situación el curso que viene.
El caso es que, en esta ocasión, son más noches y encima en plan campamento multi-aventura, vamos, que una ya tiene que rezar para que no venga con un pie escayolado como poco. Por supuesto, ella está como loca con la idea y no para de recordarme que se van a tirar por una tirolina, hacer tiro con arco y es posible que rafting en el río… y yo no hago más que imaginármela “descalabrada” por ahí o con una buena pulmonía por bañarse en el río en mayo, que digo yo que el agua debe de estar bastante fría aún, lo está en pleno agosto así que ¡ya me diréis! Pero nada, el profe nos contaba en la reunión que no nos preocupásemos que estaba todo controlado, que el centro es una pasada y que van a estar súper bien atendidos… y una quiere creer que va a ser así y se debate con su propios demonios, miedos e inseguridades de madre.
Por otra parte, intento convencerme de que es una buena experiencia para ella, para madurar, para hacer más piña con sus compañeros, para tener nuevas experiencias sin tener a “papi” o “mami” encima, para ganar autoconfianza y verse capaz de tomar decisiones por ella misma, y que en fin, son sólo dos noches fuera, que peor será para aquellos padres que los dejan 15 días en un campamento de verano, además de que los profes que van de monitores ya han hecho ese campamento muchas veces, digo yo que sabrán lo que se hacen, ¿no?
¿Cuales son los beneficios para nuestros hijos?
Sea como sea lo que está claro es que este tipo de excursiones o campamentos tienen mucho mas beneficios que inconvenientes como los que detallo a continuación:
Autonomía
Al salir del núcleo familiar pasan de ser el centro de atención a ser uno más del grupo y van a tener que “sacarse las castañas del fuego”, tomar sus propias decisiones, como qué ropa ponerse ese día o hacerse cargo de su propio espacio, como hacerse la cama o mantener su zona ordenada. Si bien es algo que ya deberían de hacer en casa digamos que allí no les sirven sus “artimañas” diarias para escurrir el bulto y toca ser más responsables porque los monitores van a ser menos protectores que los padres.
Habilidades sociales
Al principio, cuando lleguen al campamento, quizás les cueste un poco integrarse pero es muy posible que coincidan con compañeros de clase, como lo es en nuestro caso pero, aún así, habrán niños de otros cursos o colegios y es una buena forma de aprender a tratar con gente nueva y, para aquellos niños que son un poco más tímidos, es una buena forma de salir de su zona de confort y entablar nuevas amistades. Igualmente, se trabajan aspectos como la tolerancia y el respeto a personas o ideas diferentes al convivir quizás con personas de distintas razas, lugares o costumbres que no son habituales en su entorno.
Trabajo en equipo
Por supuesto se potencian valores como el trabajo en equipo y el cooperativismo mediante actividades que se tienen que completar confiando en que cada miembro del equipo haga su parte, así aprenden que todos tenemos un papel que representar para contribuir a una sociedad mejor.
Vínculo con la naturaleza
Ya os comenté en este post sobre “Educar en el asombro” la importancia del juego libre y el contacto directo con la naturaleza para el aprendizaje de nuestros hijos. Aunque en los campamentos algunas actividades suelen estar programadas, hay mucho tiempo para jugar, experimentar y crear de forma libre y física, sin tanta teoría como en el colegio y, sobre todo en contacto directo con la naturaleza para “desintoxicarse” de tanta tecnología y pantallas a las que están expuestos en su rutina diaria.
¿Y los beneficios para los padres?
Pues si, aunque pensemos que todo son inconvenientes, en realidad, que se vayan unos días de campamento nos ayuda también a los padres a aprender a gestionar nuestro nivel de sobreprotección hacia nuestros hijos y hacer un ejercicio de confianza y tranquilidad sabiendo que van a volver con un montón de nuevas experiencias, habilidades y aprendizajes.
También, como no, es un tiempo libre que podemos aprovechar para poder hacer todas esas cosas que tenemos pendientes de hacer y que con los hijos no podemos como, por ejemplo, dedicar más tiempo a la vida de pareja, aunque en nuestro caso, como el pequeño se queda en casa, me temo que no nos va a cambiar mucho la vida, bueno sí, que tendremos menos peleas de hermanos por las mañanas… uhmmm, me temo que quien va a salir ganando es el peque porque todas las atenciones van a ser para él, jajajaja…
Y vosotros ¿que experiencia habéis tenido con los campamentos de vuestros hijos?
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