Decía Antonio Gaudí que “La originalidad consiste en el retorno al origen; así pues, original es aquello que vuelve a la simplicidad de las primeras soluciones” sentencia que podría resumir todo lo que Catherine L’Ecuyer defiende en su libro “Educar en el asombro”.
Volver a lo básico, a lo sencillo, a lo esencial, al ritmo natural, al asombro…
Parece que sea un tópico, cosas de los que vivimos nuestra infancia en el siglo pasado, pero casi sería cierto que a los niños del siglo XXI les hace más falta que nunca tener una infancia “como la de antes”, esa infancia de jugar en la calle, de ensuciarse, de menos exceso de estímulos, de esperas y aburrimiento, de días lentos y miles de misterios por descifrar… Tuvimos la suerte de vivir con menos, alentados por el deseo diario de conseguir algo más y si no lo podíamos conseguir nos lo inventábamos, aunque fuese simplemente soñando despiertos. Éramos niños y vivíamos como niños, nada más.
Por el contrario, nuestros hijos viven acelerados, les hemos pasado nuestro estrés diario, incluso les hemos llenado la agenda con la idea de que tengan un porvenir resuelto cuando la vida corre tanto que lo que aprendan hoy será obsoleto pasado mañana. Les sobreestimulamos desde pequeños con videos de aprendizaje, para darles una estimulación temprana que no necesitan, y es que nos empeñamos en educar desde fuera cuando hay que educarles desde dentro, despertando en ellos es algo intrínseco: su asombro.
“Estamos haciendo transitar a nuestros niños por la educación, anestesiándoles. Y creo que deberíamos hacer exactamente lo opuesto. No debemos encerrarlos, debemos despertarlos a lo que llevan dentro de ellos.» Sir Ken Robinson, autor de “El elemento”
Dice L’Ecuyer que el asombro es el deseo para el conocimiento. Ver las cosas con ojos nuevos permite quedarnos prendados ante su existencia, deseando conocerlas por primera vez o de nuevo. Los niños pequeños se asombran porque no dan el mundo por supuesto, sino que lo ven como un regalo.
El asombro es un mecanismo innato en el niño. Nace con él. Pero para que el asombro pueda funcionar bien, el niño debe encontrarse en un entorno que lo respete. Y eso ¿cómo se hace?
Mis hijos contemplando fascinados como caía la lluvia en sus cubos… lo sé, yo también aluciné al verlo.
Reduciendo la sobreestimulación
Recuerdo cuando a mi hija mayor le ponía el programa Baby Einstein sentada en su trona, a ella le encantaba claro, luces, sonidos, movimientos… no hacía falta más para tenerla atrapada delante de la pantalla y yo aprovechaba para hacer mil tareas que tenía pendientes con la tranquilidad de que estaba “educando” su tierna mente, cuando lo que debería de haber estado haciendo era darle cualquier juguete sin pilas para tocar una y otra vez, o estar con ella contándole más cuentos, o sentarla en un jardín para que tocase la hierba… Pero yo, en aquel entonces, no lo sabía.
Como no lo sabíamos, ni muchos padres lo saben hoy, sobre el daño que el exceso de estímulos provocado por la exposición continua a las pantallas hacen a su desarrollo cerebral. Es normal, desde la publicidad, a los padres nos bombardean constantemente con que el mundo digital es lo mejor para que sean más inteligentes y contra más pequeños mejor, todo es “educativo”, todo es “más fácil, más visual”, serán personas “multitarea” y si, al final tienen una capacidad visual brutal, pero pierden la capacidad lingüística y auditiva, también la social porque no interactúan con nadie, solo miran y reciben información sin estar centrados completamente en nada, porque la multitarea no existe, solo son pequeños focos de atención alterna, con lo cual todo se queda realmente a medias.
Dan Siegel, experto mundial en neurociencia de la Universidad de California en Los Ángeles, nos da la clave:
“No hay necesidad de bombardear a bebés o niños pequeños (o a nadie) con una estimulación sensorial excesiva con la esperanza de «construir mejores cerebros». La sobreproducción de conexiones sinápticas durante los primeros años de vida es suficiente en sí para que el cerebro pueda desarrollarse adecuadamente dentro de un entorno medio que proporciona la cantidad mínima de estimulación sensorial […]. El proceso se inicia desde dentro del niño y se realiza a través de la experiencia con lo que le rodea, principalmente a través de las relaciones humanas. Según este Siegel, existe un mecanismo en el niño que permite su desarrollo cerebral. El motor del ser humano es algo intangible: el asombro”
«No te preocupes porque tu hijos no te escuchan, te observan todo el día». Teresa de Calcuta
Vínculo con su cuidador
Acabamos de leer que el proceso de aprendizaje del niño se realiza desde dentro a través de la experiencia con lo que le rodea, especialmente a través de las relaciones humanas y entre ellas la más importante es la que experimenta con su principal cuidador, es decir, con nosotros los padres. Es importante que ese vínculo sea fuerte porque el niño necesita saber que cuenta con nosotros, con la seguridad de tenernos a su lado para lanzarse a explorar su entorno y, sobre todo, para enseñarnos todo lo que descubre. Eso explica por qué cada vez que algo les asombra o cada vez que consiguen un logro siempre nos preguntan “¿has visto papá? ¿has visto mamá?” Porque a todos nos gusta compartir aquello que nos resulta fascinante, aquello que nos hace felices, compartir y mostrarlo es lo que lo hace real.
Según L’Ecuyer, la curiosidad del niño se despliega a través de la interacción social que se establece con su principal cuidador. Por eso los niños no se emocionan con los cuentos en CD. Por eso es tan importante que el intermediario entre nuestros hijos pequeños y el mundo que descubren sea una persona que les quiera, y no una pantalla.
Nuestros hijos no necesitan que nos convirtamos en animadores de ludoteca y que nos desvivamos para convertir su infancia en algo mágico, porque su infancia ya es de por sí mágica.
Jugando a las “cabañas” con una tela grande y unas cuantas pinzas en su habitación
Naturaleza y juego libre
Que yo recuerde las veces que mejor se lo han pasado mis hijos ha sido con una caja de cartón o con una tela para hacerse disfraces, juguetes, cabañas… y ni os cuento cuando hemos ido de excursión a hacer alguna ruta en familia donde la emoción por no saber lo que se van a encontrar y la aventura de descubrir un lugar nuevo lleno de posibilidades era lo mejor del día.
Los expertos cada vez abogan más por el juego libre y no estructurado, vamos, dejar que jueguen a su aire, como mucho poniendo a su disposición cosas sencillas y materiales que sabemos que les van a ayudar a liberar su imaginación. De nuevo, nada más sencillo que pensar en cómo nos divertíamos nosotros de pequeños.
Parece que lo de que los niños juegan más con la caja que con el juguete sea una frase hecha, pero no puede ser más cierto, a las pruebas me remito.
Reducción de la infancia
Tenemos la mala costumbre de querer “quemar” las etapas de nuestros hijos constantemente con el ansia de que sean cada día más autosuficientes, más capaces, ¿más inteligentes? Como decía anteriormente, debemos respetar los ritmos de los niños, dejar que la infancia sea infancia sin exponerlos cada vez a series de televisión o videojuegos que no son acordes a su edad, con contenidos cada vez más violentos o con un ritmo demasiado acelerado que les sobreestimula tanto que cuando contemplan el ritmo de la realidad les parece hasta lento.
Lo mismo que en obsesionarnos con los “hitos” de su desarrollo, que si ya debería de hablar, que si ya debería de caminar, que si ya debería de saber leer… Es como los percentiles del peso y la talla, son orientativos, pero no quiere decir que nuestros hijos tengan un problema sólo porque se salen de la media y, de hecho, sólo en ciertos casos es necesario llevar un control, lo mismo que la necesidad de estimularles de forma temprana ciertas áreas de su desarrollo.
Según L’Ecuyer, hasta la fecha, no se conocen estudios que justifiquen el éxito de la estimulación temprana con niños sanos y normales. Es más, existen estudios que confirman que la clave a la hora de tener una mejor preparación para el proceso cognitivo y un buen desarrollo de la propia personalidad reside en la calidad de la relación que el niño tiene con su principal cuidador durante los primeros años de vida. Arrancar a un niño normal y sano de un entorno familiar con la excusa de conseguir mejores resultados es un grave error. «Cuanto antes y más, mejor» es un mito que la ciencia ha denunciado más de una vez.
Fomentar la lectura
Todos sabemos de la importancia de fomentar la lectura en nuestros hijos y lo difícil que es que prefieran leer un libro frente a la batería de estímulos que ofrece un ordenador, una televisión o un videojuego, pero debemos de intentarlo al menos sabiendo que las pantallas impiden el pensamiento crítico, deshumanizan el aprendizaje, la interacción humana y acortan el tiempo de atención de los niños.
Como dice L’Ecuyer, antes de dejarse llevar por el picoteo adictivo del mundo virtual y por la pantalla que les hace enmudecer haciéndolo todo por ellos, nuestros hijos deben consolidar sus hábitos de lectura. Leer, para tener interioridad, capacidad crítica, de reflexión, de contemplación, de asombro… y disfrutar el silencio siendo conscientes de todo lo que ocurre a su alrededor cuando el mayor estímulo que tienen delante de sus ojos es un libro que les hará llegar mucho más lejos.
En definitiva, yo sé que estaréis pensando, como yo, que lo hemos estado haciendo todo mal, que el mundo que nos ha tocado vivir va muy en contra de todo lo que reza la filosofía de “educar en el asombro”, este mundo frenético que no entiende de ritmos, ni de silencios, ni de misterios… todo es para ayer, pero, por suerte, los niños siguen naciendo con el asombro “de serie” y basta con, por lo menos, intentar con la frecuencia que nos sea posible, despertar esa capacidad de asombrarse, de maravillarse… que no es poco.
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