Cuando escuchamos hablar sobre voluntariado nos vienen a la cabeza imágenes de comedores sociales, del banco de alimentos o de gente rescatando a personas en el mar… Son trabajos valiosísimos en pro de una sociedad que defiende los derechos humanos, la tolerancia o la empatía, valores que día a día se ven tambaleados por cuestiones políticas o ideológicas y que muchas veces empañan la verdadera misión del voluntariado: AYUDAR
Siempre están los que vienen diciendo que a saber a dónde van a parar las donaciones a las ONG’s, que la mitad del dinero se queda en el camino o que luego la ayuda no llega nunca. Hay casos así, no voy a negarlo, sobre todo porque, a veces, existen demasiados intermediarios o extorsionadores que se aprovechan de la buena voluntad tanto de quien dona como de quien pone su tiempo e incluso su vida por ayudar a los demás.
Afortunadamente, tengo la suerte de contar con una historia de primera mano sobre qué es ser voluntario y lo que atañe semejante hazaña. Lo sé porque quien lo cuenta es una compañera mía en la aerolínea donde trabajo y cada día, mientras almorzamos, me quedo alucinada de la cantidad de “costes” e incluso peligros a los que se ha visto expuesta en sus “misiones”, como ella las llama. Sin embargo, la sonrisa con la que me lo cuenta me transmite que ha merecido mucho la pena, porque el voluntario no siente jamás que pierde su tiempo, sino que siempre gana… siempre se lleva una recompensa incalculable de experiencias, cariño y satisfacción personal que pocas cosas en esta vida pueden otorgar de esa manera.
Elsebeth es voluntaria de Aviación Sin Fronteras, una ONG que se dedica a distintas labores solidarias como acompañar a menores que viajan solos procedentes de países sin recursos sanitarios y que vienen a España para ser intervenidos o tratados de distintas patologías, o transportan y entregan de manera directa ayuda humanitaria en colaboración con otras ONG’s o entidades. También realizan actividades lúdicas en aeropuertos y bases aéreas para acercar a los niños y adultos con alguna discapacidad o en situación desfavorecida a la cara más divertida del mundo de la aviación, así como ayudar a la escolarización de más de 3000 niños en Burkina Faso mediante becas, material escolar y apoyo a comedores escolares y bibliotecas.
Elsebeth acompañando a una pequeña niña senegalesa para poder ser intervenida de una cardiopatía severa en España
Elsebeth, ¿cómo empezaste a ser voluntaria para Aviación sin Fronteras?
Comencé como voluntaria guiando a grupos de visita de la ONCE al hangar de Air Nostrum, me llamó el presidente de “Aviación Sin Fronteras”, Luis Berasategui, consultándome si podía echarles una mano ya que a todos los colaboradores les pillaba volando y, como yo trabajo en el hangar, pensó en mí. En ese momento aún no me había apuntado, aunque lo llevaba en mente desde hacía algún tiempo y ya para la visita del año siguiente de AFEMA al hangar, oficialmente, me apunté.
¿Cuántos viajes has hecho?
¡Ya van cinco viajes!. Te cuento los tres primeros que hice: el primero llevando a una pequeña senegalesa de 3 años de Madrid a Sevilla para ser intervenida de una de las cardiopatías más severas. Una vez intervenida y recuperada, insistí en acompañarla a su regreso desde Sevilla a Madrid dónde luego le esperaría otra voluntaria, de “Terre de Hommes”, hasta su casa. Fue lo más acertado, porque la niña ya me conocía y su regreso fue menos doloroso por confiar ya en mí.
Hace un par de años también colaboré en un precioso vídeo que realizó ASF en colaboración con otras asociaciones y la compañía para la que trabajo, Air Nostrum. Se titula “Las buenas personas las hacen buenas personas”. Fueron cuatro días de convivencia las 24 horas del día con cinco niños, muy diferentes entre sí, sus familiares, los del equipo de grabación e imagen, los compañeros de Comunicación y, nosotros, los cinco acompañantes de cinco niños maravillosos, a conocer Estrasburgo en plena Navidad. Una experiencia inolvidable, tanto es así que seguimos manteniendo el contacto.
Y, por último, mi corta pero intensa experiencia en Nairobi, llena de emociones y contrastes.
¿Cuáles son los prolegómenos de un viaje, los preparativos?
Normalmente, cuando realizamos un acompañamiento con nuestros vuelos (Air Nostrum) ya se ha avisado previamente a la compañía de que va un voluntario de ASF, por lo que se intenta que esa persona pueda embarcar ya que dependemos de las plazas disponibles y libres del avión.
En el caso de volar con otras compañías aéreas se intenta, igualmente, consultando su disponibilidad y las posibilidades con anterioridad. Pero, en el caso del regreso del vuelo desde Nairobi, me encontré con que el vuelo iba con overbooking, lo que hubiera supuesto una noche más de hotel, retrasar todas las conexiones vía a Amsterdam, luego Madrid, hasta llegar a Valencia, lo que hubiera supuesto, también, tener que pedir un día más de mis vacaciones. Finalmente, gracias a la ardua labor del supervisor del aeropuerto de Nairobi, conseguí subir al “jumpseat”, un asiento reservado para tripulación de cabina, sin ventanilla ni pantalla de televisor de entretenimiento, pero dónde me trataron como a una princesa a pesar de viajar ahí más de ocho horas de vuelta mirando a una especie de ropero donde los tripulantes colgaban sus abrigos y chaquetas durante el vuelo.
Si te digo que el vuelo se me hizo corto, no miento, y todo gracias al gesto de una tripulación involucrada que cree en lo que hacen otros porque ellos, por su lado, también colaboran para otras asociaciones de ayudas.
Entiendo que todos los viajes tienen una gran importancia porque todos tocan temas de ayuda humanitaria, pero, ¿hay alguno que te haya marcado más o que lo recuerde con especial cariño?
Todos, no excluiría ninguno porque se trata de personas y todas, por eso, valiosísimas.
Hacer este tipo de voluntariado permite al voluntario realizar tanto una labor humanitaria como conocer la zona del país en cuestión al que es destinado para realizar el acompañamiento. ¿qué te ha aportado este tipo de voluntariado?
Te diría que no tienen nada que ver con el tipo de viaje que hago vacacional. Cuando viajo por mi cuenta, hago todos los recorridos que me es posible en el tiempo mínimo intentando visitar al máximo.
Pero, como voluntaria, tu ritmo cambia, ya no viajas con una persona/s que siguen tu ritmo si no que tú te amoldas al ritmo de ese niño enfermo que no puede ni caminar porque se fatiga por su cardiopatía y tienes que llevarlo en brazos, porque sufre una ceguera o, porque vas cargada de cajas con material para una donación. En mi opinión, una misión consiste en eso, el objetivo no eres tú si no el otro, yo hago de mero acompañante.
Y es por eso que tanto me ha aportado compartir mi tiempo con esas personas, además de compartir experiencias, algo muy valioso para el recuerdo y, quizás, para poder entender un poco mejor nuestro mundo.
Sé que la misión a Nairobi fue realmente especial, nada menos que cargando con más de 100kgs de libros sobre medicina para llevarlos al KMTC de Kenia (Kenya Medical Training College), ¿cómo fue el viaje? ¿cómo se las arregla una sola persona para transportar con éxito esa cantidad de material al lugar de destino?
No pudo ir mejor, sabes, siempre digo que el mundo está lleno de ángeles y, ante todo, en las situaciones más complicadas e imaginables, aparecen.
¿Qué ocurrió?
En el vuelo a Nairobi coincido con Ann, una mujer británica con muchas cosas interesantes de qué hablar y compartir. Y entre sueño y conversación fuimos volando a Nairobi.
A la llegada, un calor sofocante nos envuelve. Aliviada me comenta lo corto que se le ha hecho este viaje comparado con las 4 veces anteriores que ha venido y me sugiere que la siga ya que conoce el trámite previo a pasar el filtro de control policial. Ya sabe en qué cola ponerse directamente y el papelito amarillo a rellenar. Una vez superado el primer asalto, le doy las gracias y le digo que no la quiero retrasar más a lo que me dice que se queda más tranquila comprobar que me entregan las cajas de libros. Lo que le agradezco enormemente porque, mientras cuida mi equipaje que sale por la cinta, las cajas salen desde un pequeño agujero que hay a un lado de la gran sala de cintas. Subo las cajas a un carro y me reúno de nuevo feliz con Ann quien me espera con mi trolley y todo su equipaje para quedarse a vivir 16 meses en una aldea keniana.
Entonces, llegamos a la puerta de salida roja “Objetos para declarar” y la verde “Nada que declarar” a la que me dirijo directamente cuando me para un guardia y me pregunta por el contenido de las cajas. Le muestro el Certificado que llevo y me dice que le muestre el contenido haciéndome abrir una de las cajas. Al observar que eran nuevos, exclama: “son valiosos” a lo que le respondo de inmediato –“Si, para sus estudiantes desde luego que lo son”. Entonces el guardia se me queda mirando y me dice. – “Ya, ¡y económicamente también!” Justo el tema adonde yo no quería llegar.
Me pide el listado de los precios de cada libro para poder hacer una tasación y le muestro nuevamente mi Certificado insistiéndole que es una donación y que desconozco su valor a lo que me pide que le dé una valoración y le respondo que 30€. Ann me mira con cara de estupefacta diciéndome bajito, “si son por lo menos 300€” – “Ya Ann, pero no puedo afrontar esa cuantía”, le respondo. Le pido al guardia que me deje salir para buscar a la persona del College que ha venido a recibirme al aeropuerto, Mr. Casper.
Cuando salgo a la calle está lleno de gente. No hay wifi y no puedo llamar. No me queda otra y empiezo a gritar su nombre. Un chico alto me para y me pregunta si tengo su número y lo marca en su móvil. Da señal, pero no me la atiende. Al segundo intento, lo descuelga y me responde. El chico del móvil me señala un hombre bajito que pasa por delante de nosotros hablando con su móvil, es Casper. Le doy las gracias al muchacho del móvil y voy corriendo detrás del hombrecillo bajito. “¿Casper?” –pregunto. Sí, me responde con un gesto de alivio y una sonrisa. Me lleva hasta Florence, mujer bajita pero viva y cariñosa. Les explico la situación, intento que pasen dentro del aeropuerto para poder hablar ellos con el guardia pero, por seguridad, no está permitido entrar si no llevas billete. Entro corriendo buscando al guardia pidiéndole si puede asomarse él para hablar con ellos y me dice que no. Me acerco a Ann, quien se ha quedado custodiando los dos carros, me coge del brazo y me dice que la espere un momento ahí con los carros y desaparece pasando por detrás de las cristaleras con el guardia. Pasan los minutos y el tiempo se me hace eterno, sin poder moverme de ahí con los dos carros.
Cuando regresa me dice que no me preocupe que ya se ha resuelto, que el guardia se ha portado fenomenal llamando a su superior y que ya se ha aclarado todo, que la espere solo un momento más para una última gestión y ya nos podremos ir. Voy detrás de ella con los dos carros y observo como ha depositado en ventanilla 100 £, “¿Pero qué haces, Ann?” –exclamo. “Nada, no te preocupes, mira al final ha sido benévolo y nos ha dejado las tasas por un valor mucho menor de lo que corresponde. Y con lo tarde que es, tus acompañantes ya me han comentado que ellos no llevan dinero y solo se acepta el pago en efectivo, ya está solucionado”.
Cuando salimos y nos reencontramos con Florence y Casper, se lo cuento y Ann quitándole importancia, lo único que me pide es mi número de teléfono por estar segura de haberse encontrado con una amiga. Mientras la abrazo, le beso y las dos lloramos a la vez que nos sonreímos.
Mi compañera de viaje, una pasajera, pagó las tasas aeroportuarias de los 101kg de material escolar. Me he encontrado con un ángel. Sé que he encontrado una amiga para siempre.
Vaya, sí que es cierto que existen los ángeles de verdad, que historia mas bonita e increíble. Es curioso que con el acceso que tenemos hoy en día a la información aún sea necesario tener que enviar cientos de libros de medicina, ¿por qué fue necesario?
Cada cinco minutos un niño se queda ciego en África, por accidente, por falta de revisión ocular u otras circunstancias. Teniendo en cuenta que el material médico tan austero con el que trabajan lo cuidan como si fuese oro, me explicaban que, en el país, hay otros 65 centros, pero claro, a los que no les llega la conexión de Internet para las consultas, por lo que, no hay nada mejor que un libro donde consultar cuando uno se encuentra en mitad de la nada.
Arriba a la derecha: Elsebeth con Ann, el ángel que salvó el envío del material. Abajo izquierda: Elsebeth en el momento de la entrega de los libros de medicina al Kenya Medical Training College de Nairobi.
¿Qué os ha parecido la aventura de Elsebeth? Y eso que sólo eran libros, imaginaros cuando lo que “transportas” son personas con una vida e ilusiones a sus espaldas… Todos podemos ser voluntarios, bien sea de forma presencial como Elsebeth o a través de donaciones solidarias para que los sueños se cumplan y las historias tengan el bonito final que se merecen y así, poder ser ángeles como lo fue Ann…
Tan sólo por haber leído hasta aquí ya dice mucho de ti… gracias por tu voluntad de ser mensajero de esta historia.
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