Siempre he dicho que, aparte de una imagen o de la música, nada te lleva con más facilidad a un recuerdo que un olor. Por ejemplo, el olor a otoño de las castañas asadas, el “petricor”, palabra que significa ese olor a tierra mojada tras la lluvia (¿verdad que es bonita esa palabra? La acabo de descubrir…), el olor al salitre del mar que acompaña al recuerdo de nuestra infancia de aquellos días interminables de verano jugando en la arena de la playa, o el olor especial de una persona, como el de nuestras madres, nada huele más a hogar que una madre ¿verdad? Pero nunca me había parado a pensar en el color de un recuerdo… ¿y vosotros? Seguramente tampoco…
Hace unos meses contactó conmigo Paco Ortega, autor e ilustrador del cuento ¿De qué color es tu recuerdo?, un cuento que habla del amor y de los recuerdos, en este caso del recuerdo de su abuelo, con el cual tenía una relación muy especial y cuya pérdida lo marcó para siempre.
Me habló de su cuento, de todo el proceso que le había llevado a crearlo, como medio para liberar sus emociones a través de las palabras… y los colores. Coincidimos en que ambos somos personas muy conectadas con nuestros recuerdos y de los cuales nos retro alimentamos para poder crear historias. Me envió su cuento sin dudarlo y yo me enamoré de la sencillez de sus ilustraciones y, a la vez, de la tremenda carga emocional que residía detrás de cada una de ellas, acompañadas también de breves párrafos que me invitaban a crear los colores de mis propios recuerdos.
No cabe duda de que habla de la pérdida, del dolor, del duelo y, a la vez, del amor que emana de cada recuerdo y que mantiene vivos a aquellos que abandonaron nuestras vidas… y de esto, lamentablemente, sé más de lo que quisiera. Al leerlo no pensé en mi estrella, supongo que en ese recuerdo aún existen demasiados grises, demasiada tristeza, aunque el gris no deja de ser un color…
Sin embargo, sí me transportó a la primera pérdida importante de mi vida, la primera que me marcó y me hizo madurar de golpe, aunque tampoco es que todavía fuese una niña, pero significó el primer aviso que me hizo ser consciente de que los planes cambian de un día para otro, que la vida cambia en un instante por mucho que quieras controlarlo todo. Cambiaron los colores de mi vida, de una vida en la que todo era posible, hasta que lo que parecía imposible se hizo realidad… perdí a uno de los hombres de mi vida, a mi padre, a cinco meses de mi boda… con el otro hombre de mi vida.
Nada puede ser más gris que el recuerdo de perder a mi padre… Sin embargo, gracias a este cuento, he descubierto que el recuerdo de mi padre tiene tantos y tan diferentes colores… ha sido bonito pensar en ellos…
El azul oscuro del uniforme de mecánico con el que se vestía cada día, el negro que dejaban la grasa y el aceite de las máquinas en los surcos de las huellas de sus dedos y que sólo desaparecía cuando estaba de vacaciones, el sempiterno rosado de sus mejillas junto con el blanco lechoso de la piel de su cuerpo que tan fácilmente se quemaba en verano, el gris que veteaba su cabello siempre impecablemente peinado, el verde de su corazón asturiano que añoraba sus montañas, el azul y el ocre del atlas con el que jugábamos juntos a encontrar las capitales del mundo, el amarillo de la luz de los domingos cuando me llevaba de paseo por el pueblo y ese marrón intenso de sus ojos que sabían leerte el alma, imposibles de engañar…
La vida está llena de recuerdos, la vida está llena de colores, incluso los más oscuros se componen de la mezcla de todos ellos… en nuestra mano está llenar nuestros días de todos los colores posibles, con todos sus matices para que, en el futuro, los demás nos recuerden en cada puesta de sol, en cada amanecer, en cada recodo de un camino o en la oscuridad de un cielo nocturno plagado de estrellas de vida infinita…
Y tú, ¿de qué color es tu recuerdo?
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2 Comentarios
Precioso!
Gracias Carmen 🙂