Creo que nunca me había pasado… nunca me había leído un libro del tirón y nunca por la noche y menos aún en esta etapa de mi vida donde no suelo tener tiempo para nada y, agotada, caigo en la cama después de un día de idas y venidas, de trabajo, de niños, de cole, de todas esas cosas que llenan mis 24 horas, donde leer hace ya muchos años se quedó en esa afición que me definía en mi juventud y poder sumergirme por completo, absorta por un libro sólo es una sensación que añoro pero que dejo para más tarde, para otro momento, para otro día, para cuando tenga tiempo… si es que eso es posible.
Y esto último me recuerda mucho a varias de las moralejas que el anterior libro de Eloy Moreno, “El Regalo” (2015 Ed. Ediciones B), nos regalaba, nunca mejor dicho… eso de vivir deprisa, de dejar que la vida te dirija hacia un destino que no es tu sueño, de salvar el día, pero perder la vida, perder los momentos, perder los buenos recuerdos… y tenía razón en tantas cosas, pero cuesta tanto tomar esas decisiones, darle ese giro radical a tu vida que, al acabar de leer el libro, sientes que es una historia tan idealista como utópica, pero que a todos nos gustaría tener el valor de vivir…
Ayer me leí sin apenas pestañear el último libro de Eloy Moreno “Invisible” (2018 Ed. Nube de tinta), el cual ya llevaba unos meses con ganas de leer, pero sin saber realmente de que trataba… pensé que bueno, sería algo similar al anterior, con historias idealistas, con reflexiones de esas que te remueven la conciencia y te tocan también el corazón. Pero después de publicar mi último post sobre el peso de las mochilas escolares y esa resignación amarga con la que concluí mis argumentos sobre la falta de acción y cambio en nuestro sistema educativo, una seguidora me escribió y me recomendó que leyera ese libro de Eloy Moreno, que tenía mucho que ver con esa apatía, ese desdén, esa inmovilidad que sufre la educación por culpa de unos y de otros, y entonces me fui corriendo a la librería más cercana.
Me extrañó no encontrarlo en la sección de novela y al final, le pedí ayuda a una dependienta y resultó que estaba catalogado como literatura juvenil a partir de 12 años. Eso me desconcertó y pensé que quizás no me iba a gustar el libro, que quizás estaba demasiado orientado al público juvenil pero, de todos modos, me suele gustar cómo escribe Eloy Moreno y a malas se lo podría pasar a mi hija de 10 años.
No quise esperar más y esta misma noche me puse a leerlo… y no pude parar, aunque me diesen las 1:30 a.m y hoy tuviese que madrugar para ir al trabajo. Nunca, jamás, había llorado tanto después de leer un libro… nunca.
Página a página fui encontrando demasiadas similitudes con una etapa de mi vida, no precisamente buena, una etapa de mi vida donde levantarme cada mañana para ir al colegio empezó a convertirse en una tortura debido al miedo, a la incertidumbre, a la desconfianza, teniendo que estar siempre alerta y, sobre todo, una tortura por aquella soledad. Soledad frente a situaciones dolorosas que nadie parecía ver, aun estando rodeada de gente en todo momento, gente que eran mis compañeros y mis profesores, como una realidad por todos aceptada. Soledad frente a un problema que carecía de importancia para los adultos que más me querían, “cosas de críos” decían, y ya se solucionará solo…
Burlas, empujones, amenazas… sólo por no tener un cuerpo acorde al estándar establecido, por no llevar ropa de marca, por llevar una mochila rosa con una foquita azul que bailaba su balón con la nariz bajo las gotas azules de lluvia… igual que la portada del libro.
“Ha descubierto la otra cara de la VIOLENCIA, la de quien mira y no hace NADA.”
Invisible – Eloy Moreno
Una mochila rosa que vi cada día mancharse de gris arrastrada a patadas a lo largo del pasillo del colegio entre risas de burla y superioridad ocultando kilos de cobardía, una mochila que odiaba con todo mi ser, pero que era la que tenía y cumplía su función y, en aquellos tiempos en mi casa, hasta que no se rompía a jirones no se cambiaba de mochila así a ligera…
Como ya conté en este post sobre el acoso escolar, sólo vi la solución en intentar sacar buenas notas para salir de allí cuanto antes y pasar lo más desapercibida posible para no despertar a los “monstruos” lo cual a veces también me convertía a mí en uno, sin poder salir en defensa de otros tantos que sufrían cosas incluso peores que las que me hacían a mí, pura carne de cañón. No sé qué habrá sido de sus vidas, dudo que su camino haya sido fácil, como tampoco lo fue el mío…
“Invisible” habla de “monstruos” que acosan, pero también de aquellos que pasan de largo y miran hacia otro lado haciendo de las víctimas seres invisibles, puede ser un compañero, puede ser un profesor, el director del colegio, el conserje, la gente de la calle… Habla de padres y madres demasiado ocupados con su frenética rutina sin conectar con sus hijos, sin establecer esa necesaria comunicación diaria para poder detectar cualquier cambio de comportamiento y evitar un viaje sin billete de vuelta. Habla de que incluso detrás de un acosador existe una historia que lo explica todo, aunque no lo justifique, pero que pide ayuda a gritos sordos encubiertos por una mezcla de arrogancia y cobardía. Habla del amor, de ese amor que nos hace visibles para no caer en el abismo, y habla de dragones ocultos que se revuelven ante la injusticia y ponen a cada cual en su lugar.
“Y es que en esa habitación no hay un chico que de pronto se volvió invisible, hay también una madre que no ha parado de preguntarse en qué momento dejo de ver a su propio hijo.”
Invisible – Eloy Moreno
Yo encontré a mi dragón, un dragón que un día ser hartó de ser un monstruo, como tantos otros, y se puso en pie, poniendo a esa persona en su lugar, haciéndome visible, haciéndome capaz y libre…
El resto de la historia es un buen puñado de años reconstruyendo mi autoestima, apaciguando mis miedos, encontrando a nuevas personas y sonriendo a la vida… porque la vida es un regalo, levantarse cada mañana una oportunidad.
Al igual que el peso de las mochilas, la lacra del acoso escolar sigue más vigente que nunca, y ahora es incluso peor, porque yo al menos tenía refugio en mi casa. Hoy en día las paredes no sirven de nada, porque el acoso se alimenta, crece y se esparce como la pólvora a través de los móviles, de Internet y las redes sociales: es el tan conocido cyberbulling.
Tras leer este maravilloso libro y todo lo que ha removido en mi interior, creo firmemente que debería de ser lectura recomendada en colegios e institutos, tanto para alumnos como para docentes, para fomentar valores básicos como la empatía, el respeto, la valentía, la amistad o la admiración frente a la violencia, la envidia o la cobardía, sin duda, será mucho más efectivo que hacer un mural con una paloma de la paz con frases de buena voluntad que nunca llegan a ser mas que eso, palabras.
Por supuesto, también recomiendo su lectura a padres y madres, abuelos, abuelas y a cualquier familiar que tenga una relación habitual con un niño o preadolescente, para aprender a leer entre líneas, para no dar nada por sentado, para hacer visible lo invisible…
…y ser Luna…
…y ser dragón.
Imagenes: Eloy Moreno
No te pierdas nada!! Suscríbete a la newsletter!!
4 Comentarios
Me ha encantado el pos! Madre mia los años pasan pero los problemas siguen siendo los mismos,que pena! (mcsal)
Gracias Carmen! Asi es,es una lacra de esta sociedad…
Estupendo post. Me ha hecho recordar unos años que no fueron bueno. Años en el colegio donde esas “cosas de niños” las padecíamos unos pocos y cuyas secuelas a veces seguimos arrastrando. Buscaré este libro. Gracias. Un abrazo.
Hola preciosa! Pues si, te lo recomiendo porque, aunque te toque la fibra, ayuda a comprender muchas cosas y deberíamos de leerlos todos! Un abrazo para ti también!