“Preadolescencia” una palabra que a los padres nos da escalofríos, igual que cuando escuchamos la palabra de “rabietas”, ufff…
Sabemos que detrás de ellas vienen momentos complicados y un sobresfuerzo físico y emocional por nuestra parte, y por la de nuestros hijos también. No olvidemos que todos estamos creciendo y aprendiendo como padres y como hijos en esta árdua tarea de la crianza y la educación.
“Se me escapa… y cierra tras de sí la puerta.
El pudor y la vergüenza empiezan a aflorar en ella… el “mamá, cierra la puerta”, el “mamá, déjame sola”, el “mamá, ya lo hago yo”… y sé que debo alimentar esa independencia, y sé que debo respetar su privacidad, y sé que cada día algo nuevo sucederá tras esa puerta y también sé que tendré que luchar por estar, de alguna manera, presente en esos momentos y por ganarme de nuevo su confianza, ésa que hasta hace bien poco depositaba en mi al cien por cien.”
Este es un extracto de un post que escribí sobre los primeros indicios de cambios de tipo preadolescente en mi hija cuando cumplió 8 años… No os digo ahora cuando ya tiene 10. (pincha aqui para leerlo entero)
Es evidente en cada gesto, en cada enfado desmesurado y sobreactuado, cual tragedia griega; en cada comparación con su hermano pequeño en la que desgrana una a una las injusticias que tiene que sufrir por ser “la hermana mayor”… pero, al mismo tiempo, sueña con poder lucir por la calle su vestido nuevo “de princesa” o veo cómo juega con sus muñecas creándoles nuevos estilismos que ha visto en tutoriales que ella misma ha buscado en You Tube, mientras con su mp4 escucha una y otra vez tarareando un temazo de U2 o de Lenny Kravitz o de Ariana Grande, da igual… (al menos, nos curramos su cultura musical, eh!)
Menudo mix, ¿verdad? Eso tiene que poner de vuelta y media la identidad de cualquiera… ¿No os veis reflejados en ellos cuando se ponen así? ¿No recordáis esa sensación de injusticia, de la necesidad de dar un portazo para que todo el mundo se enterase de que estabais muy enfadados y a los cinco minutos estabais como si nada jugando con la Nancy o los “clics” de Famobil?
Estar en un cruce de caminos sin saber hacia donde ir, porque ninguno parece encajar con uno mismo, es agotador. Encima, las personas que mas te quieren y te importan parece que no te comprenden, son como extraños que, de repente, han dejado de conectar contigo cuando mas falta te hacen… eso es lo que podría pensar ahora mismo un preadolescente.
Para ayudarnos a comprender esta nueva etapa de nuestros hijos y a enseñarnos a “reconectar” con estos pequeños “batiburrillos” emocionales, en esta ocasión cuento con un colaborador excepcional. Nada menos que a Óscar González, profesor de Educación Primaria, escritor, asesor educativo y conferenciante… pero, por encima de todo, es padre de dos hijos, uno de ellos también en etapa preadolescente y, además, en su trabajo como profesor de primaria os podéis imaginar que lleva lidiando a diario durante años con preadolescentes, asi que, digo yo, que algo debe saber sobre el tema… ¿verdad?
1) ¿Alrededor de qué edad empieza la preadolescencia? ¿Cuáles son las principales características de un preadolescente?
Podríamos ubicarla aproximadamente entre los 9-15 años en las chicas y 11-13 en los chicos. Se trata de la etapa previa a la adolescencia. Hay que destacar que se trata de una etapa que cada vez se adelanta más desarrollando actitudes propias de adolescentes en combinación con las de la niñez que todavía no han abandonado.
Entre las principales características destacaría:
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Experimentan múltiples cambios físicos (coinciden con el inicio de la pubertad).
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Se producen antes en las chicas.
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Experimentan también continuos cambios emocionales y psicológicos.
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Hay que destacar que muchos de estos cambios son fruto de la presión social y de consumo (por ejemplo que niñas de 9 años quieran ir vestidas, maquilladas y actuar como adolescentes de 14 o 15 años).
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Cambios en el estado de ánimo.
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Necesidad de compartir los problemas con los padres.
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Mantienen relaciones grupales con el mismo sexo (todavía grupo de “chicos” y de “chicas”). etc.
2) ¿Niños y niñas viven de forma distinta este período?
Por supuesto que la viven y afrontan de forma distinta ya que las niñas experimentan los cambios y transformaciones (tanto físicos como emocionales) antes que los chicos apareciendo miedo a su primera menstruación, sentimientos de independencia, cambios de humor, etc. Y, sobre todo, hemos de tener en cuenta la fuerza y el poder que tiene la imagen que les hace vivir en una insatisfacción corporal en esta etapa concreta. Uno de los retos del preadolescente es, sin duda, aceptar su nueva imagen que se transforma a una gran velocidad. Lo más importante es que recuerdes cómo viviste tú esta etapa de grandes cambios (tus sentimientos, tus miedos y experiencias) y de qué forma te hubiese gustado que te trataran a ti: hazlo así con tu hijo. Lo que más va a necesitar es tú comprensión. La sexualización está presente en todos los cambios. En esta etapa aparecerán las primeras preguntas sobre sexualidad, aunque seguro que antes ya habremos abordado el tema explicándolo con un lenguaje adaptado y que el niño pueda entender. No podemos convertirlo en un «tema tabú», sino que debemos hablarlo y ofrecer información que dé pie a comentarios.
3) ¿No es cierto que esta etapa nos obliga a “empezar a educar de nuevo”? Me refiero a que tengo la sensación de que los padres nos preocupamos mucho de educar a nuestros hijos y poner normas cuando son pequeños, pero llega un momento (6, 8 años…) en el que ya nos parece que está todo encaminado y bajamos la guardia. Y entonces, llega la preadolescencia y todo se revoluciona.
Efectivamente. Siempre digo que no hay una etapa educativa más importante que otra. Ahora bien, una etapa concreta siempre supone una preparación para la siguiente. Por tanto y aunque parezca que en esta “los niños ya van solos” y está todo encarrilado no debemos “acomodarnos” sino mantenernos firmes. La clave de la educación está en la paciencia y la constancia. Por este motivo no se trata de poner normas y más normas, sino que adaptemos las que ya habíamos puesto en etapas anteriores e introducir algunas nuevas. Cada etapa es diferente y con unas necesidades concretas por lo que no podemos mantener normas que pusimos cuando el niño tenía 5 años: la clave está en ser abiertos y flexibles poniendo las normas justas (y que éstas sean justas). Entendamos esta etapa como una preparación a la que viene: la temida adolescencia. Una etapa que no debemos temer sino todo lo contrario, tomarla como una auténtica oportunidad.
“La clave de la educación: paciencia y constancia”
4) Cuáles son las principales “quejas” de los padres sobre esta etapa? ¿Y las de los preadolescentes?
Principales quejas de los padres en esta etapa:
➤¿Por qué actúa de esa forma con nosotros?
➤¿Por qué está cambiando tanto?
➤¿Qué estamos haciendo mal?
➤¿Por qué se porta mal?
➤¿Hasta qué hora le dejo salir?
➤¿Por qué siempre acabamos discutiendo?
Principales quejas de los preadolescentes (lo que piensan de sus padres):
➤Nos repiten las cosas mil veces.
➤Siempre están con la misma historia…
➤Siempre me están fastidiando.
➤No nos entienden.
➤No nos dejan en paz.
➤Lo hacen para fastidiar.
5) ¿Qué es lo más necesario que debemos enseñar a un preadolescente?
Lo más necesario es dotarlo de las herramientas necesarias para que hagan frente a las dificultades y contratiempos que se van a encontrar en sus vidas. No se trata de “preparar el camino para el niño sino preparar al niño para el camino” y esto solo lo conseguimos si le ofrecemos valores, experiencias, etc. conjugando el difícil equilibrio entre firmeza y cariño, límites y libertad… En definitiva, debemos ayudarlos para que encuentren la felicidad y sean capaces de hacer felices a los demás explicándoles los peligros y desafíos que se van a encontrar. Cuidemos mucho el lenguaje que usamos con ellos, necesitan “palabras sencillas” que les ayuden a creer en sí mismos y crecer. Pero, sobre todo, precisan de nuestro EJEMPLO.
No se trata de “preparar el camino para el niño sino preparar al niño para el camino”
6) ¿Cómo fomentar la autoestima en esta etapa en la que el niño cambia tantísimo y tiene que aprender a reconocerse a sí mismo y encontrar su lugar en el mundo?
Siempre hago uso de un decálogo para saber cómo fomentar la autoestima de nuestros hijos que escribí hace un tiempo y que es totalmente aplicable a la preadolescencia:
1. Quiere a tu hijo y acéptalo por lo que ES.
2. Refuerza lo positivo de tu hijo, destaca sus cualidades.
3. Evita al máximo las etiquetas y las comparaciones.
4. Muéstrale que los errores son una parte del aprendizaje: nos ayudan a aprender y CRECER.
5. Concédele deberes y responsabilidades adaptadas a su edad. Valora y reconoce su esfuerzo, no únicamente el resultado final.
6. Permítele que tome decisiones adecuadas a su edad.
7. Evita generalizaciones del tipo “todo lo haces mal” o “no vales para nada”.
8. Pasa tiempo con tu hijo. Si tienes varios hijos, dedica tiempo a solas con cada uno de ellos.
9. Dedícale tu atención. No pretendas suplir tu falta de tiempo o atención con cosas materiales.
10. Muéstrale lo orgulloso que estás de él y hazlo sentir importante: valora sus trabajos, sus inquietudes, sus aficiones, etc.
En una etapa con tantos cambios, nuestro hijo debe percibir que lo queremos por lo que realmente ES y no por su comportamiento o por lo que esperamos de él.
7) Ahora que para el niño tienen cada vez más importancia los amigos y los padres perdemos mucha influencia… ¿cuál debe ser nuestro papel? ¿Preguntarle e interesarnos mucho por su “vida ajena a nosotros” o dejarle bastante espacio?
Nuestro papel como padres en cada una de las etapas es diferente aunque en esencia es el mismo: debemos estar presentes. Carlos Goñi y Pilar Guembe lo explican muy bien, ellos destacan que hay un momento en que “hay que estar y que se note” y otro momento (este es el caso) en el que “hay que estar sin que se note”. Es decir, debemos saber estar presentes pero sin que nuestra presencia se note en exceso, sin hacer ruido, dándoles más margen, más espacio… Esto no quiere decir que perdamos la comunicación con ellos, más bien al contrario ya que estamos entrando en una etapa en la que nuestros hijos hablarán menos y la comunicación se volverá más compleja… aprovechemos para preguntarles por sus cosas, sus intereses, etc. pero sin forzar nada, ¡seamos los “influencers” de nuestros hijos! No se trata de interrogar sino de hablar de manera distendida pero sobre todo escuchar.
“Hay que estar sin que se note”
8) En este sentido, preocupan especialmente las relaciones a través de móviles y RRSS. ¿Debemos controlar sus contactos? ¿Dejarle intimidad?
Por supuesto que preocupa y mucho. En este sentido siempre digo lo mismo: no podemos dejar a un niño solo en Internet. Necesitan de nuestra guía y acompañamiento. Si hemos decidido comprarles un teléfono móvil hemos de poner unas condiciones de uso y lo mismo con el acceso a Internet: qué páginas pueden ver, qué contenidos no pueden ver, etc. Y, sobre todo, tener en cuenta lo que dice la normativa vigente acerca del acceso a las RRSS por parte de los menores. No puedo entender que niños y niñas de 9 y 10 años estén en Facebook o Instagram (y la gran mayoría sin supervisión paterna). Por eso, más que controlar se trata de supervisar y hacer un seguimiento de sus contactos. Es nuestro deber y obligación como padres, pero para ello somos nosotros los primeros que tenemos que dar ejemplo y estar formados e informados sobre el tema. Recordemos que hasta que el menor cumpla dieciocho años los padres somos los responsables de los comportamientos del niño en la red. Pongamos especial énfasis en las imágenes que suben, que comparten, etc.
9) ¿Cuál es la clave para poner normas a un adolescente que está en pleno período de rebeldía?
Lo que he comentado anteriormente: no se trata solo de imponer nuevas normas en una etapa tan conflictiva sino de ir eliminando algunas, modificando otras e incluir algunas que antes no estaban.
Para ello es importante:
- La escucha activa en la que les demostremos que su opinión también cuenta. Ser firmes y mantener la calma.
- No actuar en espejo ni mostremos nosotros actitudes propias de los adolescentes.
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Destacar muy bien entre normas que no se negocian porque se consideran inamovibles (ej. consumo de drogas) de otras que podemos aceptar (volver a una determinada hora). Es importante que en esta etapa aprendan que se puede pactar.
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Argumentar las normas en la medida que podamos pero evitar los discursos y sermones interminables y aburridos que no sirven para nada.
10) ¿Es normal que el niño mienta a esta edad? ¿Cómo reaccionar si nos damos cuenta de que ha mentido? ¿Cómo fomentar una relación de confianza mutua?
Deberíamos buscar cuáles son las razones por las que el niño miente. No es que en esta etapa vaya a mentir más, pero eso irá en función a la relación de confianza que hayamos entablado con él en las etapas previas. ¿De qué forma? Dedicándoles nuestro tiempo, no traicionando su confianza, sintiéndose escuchado, no ser criticado y, sobre todo, no mentirle nosotros. Una vez más, el ejemplo. Si nos ha mentido lo importante es que trabajemos con él la confianza: que le preguntemos el porqué de habernos mentido, cuál era su miedo a no decir la verdad… Y sobre todo ver la parte positiva: es un momento para renovar esa confianza si caer en echarle la culpa: “me has decepcionado”, “me has fallado” ya que conseguiremos el efecto contrario.
11) ¿Qué hacer si no va bien en el cole? ¿A qué suele deberse?
Cuando hablamos de fracaso escolar solemos pensar casi siempre en un tipo de «alumnos torpes o que les cuesta», pero realmente no siempre es así, sino que son niños inteligentes que no saben aprovechar sus capacidades. Es por ello que, desde la familia, tenemos que ofrecerle al niño una serie de recursos y estrategias que les ayuden a desarrollar estas capacidades. Fomentar un buen hábito de estudio ayudará a que el niño se sienta motivado y atraído por el trabajo escolar. Además, el niño tiene que comprobar en todo momento que los padres se preocupan e implican en todo lo que rodea su vida escolar: contacto con los profesores, asistencia a reuniones, colaboración en las actividades que se organizan en el centro, etc. Los niños comprueban de este modo que sus padres están realmente interesados en lo que hacen en su día a día. Unido al hábito de estudio, deberíamos preocuparnos también por fomentar el hábito de la lectura, ya que está demostrado que la escasez de lectura provoca un bajo rendimiento académico. Aquí los padres tenemos la obligación de educar con el ejemplo, pues un niño difícilmente leerá si sus padres no leen, es decir, si no está rodeado de un ambiente propicio. Pero, ¿quiero decir con esto que si los padres leen el niño será lector? Evidentemente no, pero podremos aumentar la probabilidad de que esto suceda, que no es poco.
Estas son algunas cosas que podemos hacer los padres para motivar a nuestros hijos con los estudios:
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Mantener una buena comunicación entre los miembros de la familia.
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Evitar que las notas y la escolaridad sean el único tema de conversación con los hijos: hay que interesarse por todo lo que les acontece. Un hijo es algo más que un alumno.
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Expectativas realistas sobre el futuro profesional de los hijos.
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Mostrar una actitud positiva hacia la educación que reciben en el colegio valorando el esfuerzo y trabajo de los profesores.
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Comunicarse habitualmente con los profesores y participar en las propuestas del centro educativo.
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Estimular sus ganas de saber y aprender.
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Realizar actividades variadas: visitar museos, cine, teatro, etc.
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Establecer rutinas que incluyen tanto el estudio como el ejercicio físico y el tiempo libre.
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No presionarles para que sean «los mejores de la clase».
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Más que reprender y castigar las malas notas hay que buscar las causas de porqué ha sucedido esto.
Por Óscar González
¡No me digáis que no es un post para imprimir y pinchar en la nevera! Son muchas cosas, muchas ideas, muchas pautas, mucho trabajo y poco tiempo libre, lo sé, pero no olvidemos que tenemos el trabajo mas difícil del mundo: educar a las personas de la sociedad del futuro. Eso jamás puede ser fácil, pero ¿merece la pena el esfuerzo, verdad?
Si os ha gustado el enfoque de todo lo que nos ha aportado Óscar González y queréis ampliar información, os recomiendo su colección de libros “Escuela de padres: educar con talento”, que cuenta con tres ejemplares donde cada libro abarca una etapa distinta de la crianza y educación de los hijos, desde los 0 años hasta la adolescencia, ¡mucho para leer y aprender!
Ahora mismo estoy leyendo el de 6 a 12 años y os aseguro que es un libro muy sencillo de leer porque está muy bien estructurado y puedes pasar de un tema a otro según la necesidad que tengas en ese momento y además, contiene muchos recursos útiles y fáciles de aplicar con los cuadros de actividad al final de cada capitulo. En mi canal de IGTV de Instagram tenéis un vídeo donde os lo enseño y explico mejor (pincha aqui).
Os animo a seguirle en sus redes sociales donde siempre está muy activo y disponible para cualquier duda que tengáis, así como apuntaros a su curso online “Educar sin estrés” dentro de su proyecto “Escuela de padres 3.0”, del cual tengo el honor de formar parte de su equipo (y aún no me lo creo).
¡Animaos a sacar todo ese talento que lleváis dentro!
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2 Comentarios
Estupendo pos ! Aún así con todos los consejos es una etapa intensa,jeje.Yo me acuerdo de la mía y no la repito.Con mis hijos he intentado hacerlo con el mejor criterio (mcsal)
Gracias Carmen! La verdad es que también dependerá mucho del carácter de nuestros hijos, ya sabes que no todos lo gestionan igual, cada niño es un mundo! yo con mi hija creo que va a ser llevadero porque es bastante sensata, pero con el pequeño, ufff, como siga igual…