Todos conocemos o hemos oído hablar sobre el síndrome “burnout” o de “estar quemado”. Según la definición de Wikipedia, el síndrome de Burnout también llamado “síndrome de desgaste profesional”, se trata de “una respuesta prolongada de estrés en el organismo ante los factores estresantes emocionales e interpersonales que se presentan en el trabajo, que incluye fatiga crónica, ineficacia y negación de lo ocurrido”.
Tenemos claro que es un tipo de estrés laboral, un estado de agotamiento físico, emocional o mental que tiene consecuencias en la autoestima, y hace que, poco a poco, las personas vayan perdiendo el interés por sus tareas, el sentido de la responsabilidad y pueden hasta llegar a sufrir depresión.
Todos nos imaginamos a ese empleado de oficina, con el móvil en la mano, corriendo de un lado a otro, sudando del estrés, con una pila de papeles en su mesa y soportando presión por parte de su jefe que le grita que “esto tenía que estar para ayer” … Llega un momento en que no puede más, que no puede desconectar ni fuera de su trabajo, y se desborda.
¿Lo visualizas en tu imaginación? Bien, pues ahora cambia el oficinista por una madre en su casa las 24h, o una madre que trabaja con esa presión en la oficina y llega a casa y es la otra “oficina” donde ni si quiera hay máquina de fichar, porque no hay horarios, todo son demandas de atención, todo necesita ser atendido de inmediato, todo son tareas pendientes, todo es para ayer… Es para que la cabeza te eche humo, ¿verdad?
Y no es algo exclusivo de las madres, también lo pueden sufrir los padres, sobre todo cuando acaba de llegar un bebé a casa, aunque a las madres hay que añadirles la tormenta emocional y hormonal que les supone el postparto, por no hablar de los cambios físicos, los dolores, las cicatrices… ¡un desastre justo cuando deberían de estar sintiendo la felicidad mas absoluta por tener a su bebé!
Pero el cambio en sus vidas y sus rutinas es tan brutal, que no dan abasto para abarcar todo lo que se les demanda y las necesidades de su bebé, mientras intentan ajustarse a ese nuevo “yo” en el que se han convertido… El deseo de querer ser buenos padres, de hacerlo bien, de hacerlo “como decían los libros”, cuando lo más probable es que ni tu bebé ni tu vida se asemeje ni una pizca a lo que pensabas que iba a ser, a todo lo que leíste, a todo lo que te contaron… y muchos padres y madres se sienten como si tiraran de ellos mil cuerdas que, lejos de sostenerlos o sujetarlos, les produce la sensación de caer continuamente, de fallar continuamente… y ese estrés, ese sobre esfuerzo, pasa factura.
La presión social, familiar y laboral es el nuevo mix al que se enfrentan los padres y madres de hoy en día, con ese ansia por llegar a todo, con una agenda repleta de tareas y obligaciones que no tiene fin y que continua al día siguiente, sin tiempo para uno mismo, ni si quiera para atender la vida de pareja… y ante la aparición del más mínimo segundo de tiempo libre en la agenda, lo usan de nuevo para hacer esas tareas pendientes, en vez de utilizarlo para cuidarse, para tener tiempo para uno mismo, para disfrutar de algo de tranquilidad, en lugar de darse algún merecido capricho o descanso, y cuando se quiere llegar a todo, se acaba peor.
En el caso de las madres, ese sentimiento crece exponencialmente por la presión de ser “superwomans” que son capaces de trabajar, de cuidar a la prole y además de la casa porque, exceptuando casos concretos, la corresponsabilidad de las tareas del hogar aun está en pañales y en pleno siglo XXI el peso del cuidado del hogar y de los hijos sigue recayendo, en su mayoría, en las mujeres. Mujeres que también tienen que demostrar su valía en el trabajo, como si no hubiese pasado nada en su vida privada, como si la maternidad fuera algo ajeno al mundo laboral, no vaya ser que te despidan de tu trabajo… y es que, no, este no es país para madres.
Esta es la realidad… y estas son las consecuencias:
- Agotamiento físico.
- Ganas de llorar, tristeza y sentimientos, en general, negativos.
- Aislamiento social.
- Pérdida de apetito y, por tanto, de peso.
- Dificultad para dormir.
- Pérdida de intereses y de motivaciones.
- Estado de nerviosismo constante, así como dificultad para concentrarse.
- Dolores: de cabeza, de estómago, etc.
- Sentimiento de fracaso, de agotamiento e impotencia y, además, dificultad para pensar con claridad.
¿Cómo evitarlo?
–Poniéndonos límites a nosotros mismos y a nuestras capacidades: hay que ser realistas y escuchar al propio cuerpo cuando empieza a darnos toques de atención. También, poniendo limites a los que nos rodean, incluso a nuestros hijos, para poder buscar espacios propios, para evitar acostumbrarlos a que siempre estamos disponibles, porque son esos “abusos” los que acaban llevándonos al límite. Que su descanso, no sea nuestro trabajo.
–Tiempo para el cuidarse: hay que dedicarse tiempo a uno mismo, para darse un baño relajante, para ir de compras, para ir a dar un paseo… cualquier cosa que nos haga sentirnos bien y en conexión con nosotros mismos. Nos podemos turnar con nuestra pareja para atender a los niños y que cada uno tenga un momento para su relax mental.
–El contacto social es el mejor antídoto contra el estrés: nada mejor que quedar con una amiga para tomar un café y hablar de cualquier cosa, que casi siempre acabará siendo sobre los hijos y nuestra vida de locura de acá para allá, pero ayuda a hacer “terapia de grupo” porque comprendemos que no estamos locas y es más común de lo que creemos. Nada como quejarse para liberar el estrés, jajaja…
–Ayuda profesional: si vemos que no hay mejoría, nunca hay que descartar la visita a un psicólogo, no hace falta estar ya enfermo, al mínimo atisbo de sentir que la situación nos supera, es aconsejable acudir a un profesional para poder tener una visión más objetiva y que nos de herramientas eficaces para revertir la situación.
Todos los superhéroes y superheroínas tienen su guarida secreta para descansar de su papel de salvadores del mundo, para quitarse el traje de batalla y ser uno mismo… así que, quitémonos el traje, veamos nuestro lado humano, nuestra sencillez como personas, nuestros limites y sintamos orgullo por todo lo que somos capaces de hacer.
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2 Comentarios
Estoy de acuerdo! Esta vida moderna no nos favorece a las madres trabajadoras y hay que parar, no pretender ser la mejor mama porque eso sólo nos lo pedimos nosotras y no nuestra gente.Se puede ser Feliz sin tantas trabas,no nos cargemos de cosas extrae y disfrutar del tiempo libre que nos quedé. (mcsal).
No lo podría resumir mejor Carmen, exacto!