La primera vez que escuché la palabra “Resiliencia” hacía poco que había perdido a mi hijo y recuerdo que incluso me costaba pronunciar esa palabra que, quizás, sin yo saberlo aún, me definía muy bien. Yo no sabía que era “ser una persona resiliente”, creo que nadie realmente lo sabe, hasta que algo te hace descubrir que tienes esa capacidad para sobreponerte a la adversidad, para “mantener el tipo”, para tener “entereza”, para cambiar de rumbo cuando encuentras el camino cortado, para encontrar una lección, para aprender algo incluso de una tragedia.
“la resiliencia es esa capacidad que le permite al ser humano mantenerse a flote frente a las adversidades, superarlas y fortalecerse a partir de ellas”
Aprendizaje… básicamente en eso se resume el significado de “resiliencia”, aprender de cada error, de cada varapalo, de cada pérdida… encontrar el significado, la dirección, el motivo al que dedicar todas tus esfuerzos.
Es una forma de ser pragmático en la vida, de ahorrar energías y no malgastarlas en algo que no puedes cambiar. En mi caso, y por poner un ejemplo, yo dediqué todo mi ser a salvar a mi hijo, o más bien, a conseguir que aguantara el máximo de tiempo posible dentro de mí para que, una vez que naciera, tuviese alguna oportunidad de sobrevivir. Lo que pudiera pasar a partir de entonces, no entraba dentro de mis capacidades, sólo los médicos y el destino tendrían algo que hacer… o quizás solo el destino.
Y cuando el destino decidió por mí, y yo ya no tenía más cartas para seguir jugando, abandoné esa partida y comencé otra… de nada iba a servir apostar mi vida si ya me habían ganado… o lo que es lo mismo, de nada iba a servir seguir en aquel pozo de amargura, en aquella espiral de tristeza que solo acabaría en una depresión. Tenía todos los motivos y todo el derecho a poder seguir en ese estado, pero elegí cambiar de rumbo, algo bastante habitual en mí, y recuperar el tiempo con mi hija, recuperar el tiempo con mi marido, recuperar el tiempo de mi vida, esa que se había quedado en pausa… a fin de cuentas, elegí recuperarme a mí misma…
Suena fácil y rápido, pero no lo fue… fueron días y meses de subidas y bajadas de ánimo, de preguntas sin respuesta, de análisis y repaso de cada decisión tomada, incluso de pérdida y reencuentro del sentido de la vida… es como ordenar el puzzle de tu vida de nuevo. A veces se pierden piezas por el camino, huecos que creemos que nunca podrán llenarse, con esa sensación de vacío que nos roba el aliento cada vez que abrimos “esa puerta” donde las personas resilientes guardamos nuestros “objetos perdidos”, esas piezas perdidas de nuestro puzzle particular que jamás podremos reemplazar, pero que rellenamos y suplimos con las lecciones de la vida, del aprendizaje, de la lógica y del consuelo para no quedarnos anclados en el pasado y poder seguir mirando hacia adelante. Y esa puerta la llevaremos con nosotros de por vida, y la abriremos cuando necesitemos repasar la lección o el recuerdo que nos enseñó a ser lo que somos hoy en día.
Recuerdo que, años después, hablando sobre toda esta etapa de mi vida con una amiga mía, a la que siempre he considerado muy mística, me dijo algo que calmó todas mis dudas y reproches, mis pesares e incógnitas: “él vino a este mundo para hacerte crecer”. Y todo cobró sentido, encontré mi respuesta, mi motivo, mi casilla de partida… la forma de rellenar ese vacío.
Crecer, transformar, aprender… eso es la resiliencia.
Yo te he puesto el ejemplo más extremo para poner en práctica la capacidad de ser resiliente, pero esta capacidad se entrena día a día con pequeñas cosas y procurando ver la vida de manera positiva, aunque esta no pare de “darnos palos” a diestro y siniestro… se resume básicamente en la expresión archi conocida de “no tirar la toalla”, “no darse por vencido”.
“Incluso los que dicen que no puedes hacer nada para cambiar tu destino, miran al cruzar la calle” – Stephen Hawking
La capacidad de ser una persona resiliente no sólo viene condicionada por cuestiones biológicas o genéticas de cada persona, sino también de las condiciones ambientales y las conductas aprendidas a edades muy tempranas, de ahí el empeño que tienen hoy en día todos los expertos en neuropsicología en recomendarnos que ayudemos a nuestros hijos a aprender a gestionar y a reconocer sus emociones desde bien pequeños, porque todo ese aprendizaje les ayudará a ser personas resilientes en el futuro o en el momento en que la vida “haga de las suyas”, y eso, es algo que no podemos controlar, así que mejor estar preparados.
En el día a día de un niño existen muchos eventos cotidianos que ellos ven como algo muy difícil de superar, o que algo han hecho mal y piensan que jamás podrán hacerlo mejor, y, aunque para nosotros sean cosas realmente fáciles o “tonterías” para ellos son grandes retos a los que cada día tienen que enfrentarse.
En ese momento tenemos que darles una lección de empatía, poniéndonos en su lugar, recordando lo difícil que era ese problema también para nosotros y darles alguna pauta o truco de cómo lo superamos, hacerles ver que lamentarse no es la solución, sino que hay que buscar las herramientas para arreglarlo o perseverar en el esfuerzo para lograr solucionarlo. Y si es algo que finalmente no tiene solución, mejor no obcecarse y buscar un nuevo objetivo.
La vida es demasiado rápida y corta para malgastar fuerzas y tiempo en cosas que no nos hacen felices, que no nos aportan nada, que no van a cambiar nada… lo inteligente es siempre dar un paso hacia delante para alejar a los fantasmas.
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2 Comentarios
¡Qué gran decisión y qué importancia tiene darse cuenta de todo esto que cuentas! El pragmatismo es algo que, bien utilizado, puede sernos de mucha utilidad para no desperdiciar tiempo y energía en cosas que no nos van a llevar a ninguna parte y no nos hacen ser operativos. ¡Olé tú!
Esa es la actitud!!! Gracias Sem por pasarte por aqui