Hace unos meses publiqué este post sobre lo difícil que nos estaba resultando lidiar con las rabietas de nuestro pequeño “niño intenso”. En aquel post me preguntaba cómo era posible que mi hijo, con más de 4 años cumplidos, aún siguiese teniendo semejantes berrinches y, en consecuencia, el clima general que teníamos en casa. La tensión ya se respiraba en el ambiente porque sabíamos que a la mínima se podía montar una bien gorda e incluso condicionaba nuestros planes fuera de casa porque, si íbamos a acabar haciendo un espectáculo, mejor quedarnos en casa o en “terrenos” familiares… aparte de los disgustos que nos llevábamos nosotros después de semejante terremoto emocional para todos.
Recuerdo como fui ya desesperada y ávida de información a la charla sobre rabietas y gestión emocional infantil que impartió Alberto Soler y sobre la que saqué grandes revelaciones y, a la par, conclusiones muy importantes. Aun así, como siempre digo por aquí, la teoría es muy fácil, nos la sabemos al dedillo, casi podríamos escribir un libro, pero ponerla en práctica es lo complicado.
A menudo, ir probando de una técnica a otra solo consigue confundir al niño, dejar poco claros los límites y, al final, nos topamos con un problema más gordo que al principio. Es importante, que desde el primer momento hagamos equipo, tanto en casa, como en el cole, como con el resto de personas que interactúen habitualmente con nuestro hijo.
La cuestión es encontrar el foco del problema. Unas veces puede darse en el colegio, así que es importante estar en continua comunicación con su profesor/a para saber si hay conductas inadecuadas en el aula, así como en la interacción con sus compañeros. Por suerte, en nuestro caso, en el colegio no parecía que se portara peor que en casa, puede que incluso mejor. He de decir que tuvimos apoyo y consejo tanto de su profesora como del equipo de pedagogía terapéutica y la psicóloga del centro que pasan todos los días por las aulas de infantil para detectar cualquier problema, bien sea de conducta como de aprendizaje.
Con todo esto quiero decir, que el trabajo previo fue importante, pero si algo marcó un antes y un después fue este cuento: “RABIETAS”
Ya había leído alguna reseña sobre este libro, aparte de diferentes recomendaciones de compañeras blogueras, pero ya se sabe, lo que les funciona a unos no tiene porqué funcionarnos a nosotros. Pero un cuento nunca puede hacer daño a nadie, funcionase o no, siempre es una buena inversión para ampliar la biblioteca de casa. La cuestión es que más que un cuento, es una herramienta maravillosa para tratar las rabietas de nuestros hijos.
Primero elegí un día y un momento en que podría sentarme tranquilamente con mi hijo a leerlo, sin interrupciones ni nada pendiente por hacer, en nuestro caso fue antes de dormir. Fui leyéndole el cuento poniendo hincapié en el tono de la narración, así como ayudándolo a fijarse en los detalles de las ilustraciones y lo más importante, haciéndole ver las semejanzas entre el niño del cuento y lo que le pasaba a él, haciéndole recordar situaciones que habitualmente teníamos en casa cuando él se enfadaba tanto.
Sin duda, lo mejor de este cuento son sus potentes ilustraciones, con un mensaje claro y fácilmente reconocible para el niño que sufre rabietas. El protagonista del libro te va explicando como va cambiando de color antes y después de una rabieta, pero también como cambia el color de los que le rodean e incluso de como intentan ayudarle a controlar su ira con un color muy bonito… pero eso ya prefiero que lo descubráis vosotros.
Este cuento impactó mucho a mi hijo, supongo que por la mezcla de las imágenes y la forma en que le narramos la historia, estoy segura de que supo encontrarse a sí mismo en ésas páginas y comprender mejor qué era lo que le pasaba cuando se enfadaba, porque los niños en plena “actuación” no se ven a sí mismos, están totalmente desbordados y mucho mas pendientes de mirarnos a nosotros para ver nuestra reacción frente a su rabieta… es un reclamo de nuestra atención, es un grito de ayuda, no lo olvidéis.
Hemos tardado bastante en volver a leerlo, creo que como mucho lo hemos leído un par de veces mas, porque en cierta manera, él sabe que el cuento le incomoda, le remueve, le recuerda algo que a él tampoco le gusta hacer… y eso nos indica que el cuento ha conseguido su cometido: reconocer emociones, identificarlas y buscar soluciones. Ahora en cuanto le vemos que va a empezar a tener una rabieta le decimos que se está poniendo rojo y automáticamente se detiene o intenta controlarse porque ya sabe como es cuando se enfada y que así no quiere verse él tampoco.
No siempre funciona, a ver si vais a pensar que este cuento es la “panacea” de las rabietas, jajaja, pero al menos es una estupenda herramienta que bien trabajada ayuda muchísimo, como habéis podido comprobar, pero, además de todo esto, es un cuento precioso de leer y compartir… ¡DISFRUTADLO ANTE TODO!
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