Recuerdo el día en que mis vecinos me dijeron que los Reyes Magos no existían, que en realidad eran los padres. Lo hicieron a mala leche, para fastidiarme y encima fue de camino al colegio, con lo cual el “run-run” que me trajo toda aquella mañana dándole vueltas a semejante revelación fue considerable y, evidentemente, cuando llegué a casa para comer, le pregunté a mi madre si eso que me habían contado era verdad.
Mi madre, con su forma habitual de afrontarlo todo, me dijo muy seria que era verdad, que así era, y, aunque me decepcionó mucho saber que todo había sido un engaño, no recuerdo haber sentido rencor hacia ella o hacia mi padre por haber mantenido mi ilusión con aquella mentira durante toda mi vida, hasta entonces, claro. Casi diría que no recuerdo bien lo que sucedió después, imagino que, porque en realidad, no fue tan traumático como para que haya permanecido en mi memoria hasta ahora. Ni mucho menos como, últimamente, nos quieren hacer creer algunos expertos en crianza o psicología infantil con esa nueva idea de que mantener con nuestros hijos “la gran mentira de los Reyes Magos o Papá Noel” puede ser perjudicial para ellos, puede hacerles perder la confianza hacia nosotros por sentirse engañados, o puede fomentar el consumismo en ellos o incluso puede generarles un trauma de por vida. Dicen que no tenemos que educarles en la fantasía, sino en la realidad… ¿en serio?
Lo primero, me cabrea que, de nuevo, se intente culpabilizar a los padres por otra cosita más que se supone también hacemos mal, como si no tuviésemos bastante hasta ahora o no nos auto culpásemos lo suficiente por miles de cosas respecto a la crianza de nuestros hijos… Y segundo, porque si en la infancia no se vive la fantasía, que alguien me diga en qué momento de la vida posterior de un niño sería posible…
¿Realidad? Creo que de esa nos sobra a diario, y si no fuese por la imaginación para desconectar de vez en cuando de esta realidad, creo que nos volveríamos locos. Precisamente, gracias a la fantasía e ilusión en la que viven nuestros hijos, los adultos tenemos una nueva oportunidad de desconectar del día a día aplastante en que la realidad nos golpea a cada segundo, y ver la vida a través desde sus ojos, aprender a soñar con ellos y creer que todo es posible…
Afortunadamente, no todos los expertos piensan así, como es el caso del neuropsicólogo Álvaro Bilbao (autor del bestseller “El cerebro del niño explicado para padres” que os recomiendo sin duda leer) con su maravilloso post sobre las razones para defender la fiesta y la tradición de los Reyes Magos.
En él nos relata su experiencia personal sobre la tradición de los Reyes Magos en su casa y como, aun siendo ya adulto, seguían perpetuando esta tradición en su familia. Por supuesto, él ya sabía quién le traía los regalos, pero lo que de verdad importaba era la ilusión con la que se vivía esa tradición, porque ése ritual seguido al pie de la letra es lo que nos hace reconectar con nuestros recuerdos, con nuestro niño interior, nos hace sentir bien, nos aporta felicidad y por eso “la gran mentira jamás contada” pervive año tras año, niño tras niño… y entre todos intentamos que perdure el mayor tiempo posible.
“Pero es una tradición consumista”, cierto, si la cuentas o la transmites mal, podría serlo. Ahí es donde sí se podría responsabilizar a los padres de cometer un fallo con sus hijos por no saber acotar esas listas interminables de “me lo pido”, sin hacerles conectar con la historia y el cometido de esos señores que traen regalos, bien sea los Reyes Magos, Papá Noel, Olentzero, el Apalpador o el mismísimo “Tió”, ese curioso tronco que “caga” regalos… todos ellos representan un cuento que narra una historia maravillosa de generosidad y recompensa, de ilusión y de espera. Si algo se pone en valor con estas tradiciones es la espera… sin duda, una herramienta imprescindible que tienen que aprender y que les servirá para toda su vida.
Aún recuerdo como en mi casa poníamos un Belén enorme, con gallinas proporcionalmente más grandes que los pastores, pero era lo que tenía ir comprando piezas de un sitio y otro, jajaja… Pero, sobre todo, recuerdo tener la misión de ir acercando día a día las figuras de los Reyes Magos en sus dromedarios hacia el portal de Belén. ¡Tenía tanta ilusión cada mañana por moverlos un poquito más cerca del portal! Y cuando llegaba el día de Reyes y por fin los colocaba delante del portal era tan feliz y estaba tan nerviosa, ¡era todo muy emocionante! Y es que está comprobado que durante el tiempo de espera experimentamos tanto placer o más que en el mismo momento que abrimos el propio regalo. Por cierto, aun lo seguí haciendo durante años y años a pesar de saberlo todo… ¿por qué? Porque me hacía recordar y revivir todas esas emociones. Me hacía sentir bien, me hacía feliz.
Supongo que es lo mismo que ahora sienten los niños cada vez que abren una ventanita en su calendario de adviento… mi hijo pequeño que aún no entiende de tiempo ni de calendarios, sabe perfectamente que día es cada mañana, ¡es increíble! Lamentablemente, mucha gente les deja abrir a los niños todas las ventanas de sus calendarios de adviento en una tarde y, aparte del atracón innecesario de chocolate, les hacen perder ese valor de la espera, la emoción de saber qué habrá detrás de la ventanita del día siguiente… y de ahí los niños impacientes, los niños exigentes y los niños consumistas que lo quieren todo y lo quieren ya.
En fin, sé que a mi hija mayor de 9 años le quedan cuatro días para seguir creyendo en los Reyes Magos, en ésos seres mágicos que reparten regalos a los niños por todo el mundo. Me doy cuenta que está sacando sus propias conclusiones, lo sé, intentando leer entre líneas en las conversaciones de adultos para atar los cabos.
Y en realidad, ahora mismo mientras estoy escribiendo el post, me estoy dando cuenta de que quizás no sea una gran mentira, de que tan solo sea una cuestión de semántica. Puede que los Reyes Magos no sean unos señores con barba montados en camellos que vienen de lugares lejanos a hacernos regalos, pero sí somos mi marido y yo (como muchos otros padres) los que hacemos malabarismos, incluso muchas veces “magia”, para encontrar ese regalo especial que han pedido nuestros hijos con tanta ilusión, los que nos las ingeniamos en aras del espíritu navideño para aguantar estoicamente una hora de cola y así nuestros niños puedan entregar sus cartas a Papá Noel o los Reyes Magos, eso sí, nos pasamos la hora pensando “dios mío, aun tengo que comprar la comida de Navidad, envolver los regalos, poner la lavadora, escribir un post… y encima mañana temprano a trabajar”.
¿Quién no intentaría coger todos los caramelos en la cabalgata de Reyes Magos por esa sonrisa y esa mirada llena de ilusión?
Puede que seamos los padres con nuestro esfuerzo, con nuestras ganas o con nuestros recuerdos los que hacemos que la Navidad tenga ese cariz de magia y de ilusión que se merecen nuestros niños transmitiendo así el poder de la Navidad y viendo como la emoción en sus rostros y el brillo en sus ojos.
Lo dicho, semántica, porque aunque no somos unos reyes, si que somos unos verdaderos magos.
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2 Comentarios
Que mania con los traumas infantiles!! Recuerdo perfectamente cuando mis compañeros me lo contaron y como yo justifique todo lo que ellos me decian para desmontarme la magia. Finalmente, le pregunte a mi madre y ella me lo confirmo, pero en vez de desilusionarme fue todo lo contrario entrar en ese juego de comprar algo (con la minipaga) que pudiera hacrr ilusion a mis padres y hermanos, colocarlo en el sofa a escondidas y ver la cara de ilusion al abrirlo, paso a ser incluso mejor.
Por supuesto mi hija vive la magia de los reyes, pero si me preguntara le diria la verdad, aunque creo que si alguien le dice que son los padres hara como hice yo y encontrara como justificar lo que le estan diciendo. Porque es muy fan de la familia del super 3 (un programa catalan) un dia leyendo los creditos vi que una de las actrices se llama igual que ella y me hizo gracia y le dije “mira la matoll se llama igual que tu” y me respondio que no que la matoll se llamaba matoll por lo que le explique que son actrices que cuando no estan haciendo el papel en el super 3 tienen otros nombres, parecio que lo entendio, pero un dia nos dijeron que uno de los actores (el que hace de malo) vive en nuestro barrio y ella emocionadisima me decia “mama tenemos que ir a buscar la casa del super 3 porque si han visto al sr pla porque vive por aqui la casa esta justo enfrente de la de el” le explique del derecho y del reves y no hubo manera, ella quiere creer y no la vas a sacar de ahi
Jajaja, ya veo que tu hija es de ideas fijas… pues como con todo, llegará el momento y seguro que lo vais a gestionar de maravilla. Yo pienso que los niños no son tontos y se fijan en las cosas, otra cosa es que quieran hacernos saber que lo saben, vamos, que se hacen los “suecos” no vaya a ser que no vengan… en fin, viva la magia y las tradiciones (y si, conozco el Super 3, aqui en Valencia veíamos también Tv3 hasta que decidieron quitar la señal… pero todos crecimos con Bola de Drac en catalán, jajaja)