¿Recuerdas aquel profesor o profesora que te marcó para siempre? Y cuando digo “marcar” lo digo como algo positivo, porque para hacerlo con connotaciones negativas, lamentablemente, la lista sería demasiado larga. Ya en el anterior post que publiqué sobre el “Efecto Pigmalión” os relataba algunas experiencias vividas en cuanto a profesores que marcaron para mal mi vida educativa y me hicieron tomar decisiones erróneas debido a un mal concepto de mi valía personal en base a una etiqueta impuesta por alguien que se supone sabía mucho mas sobre todo lo que podría hacer en mi futuro.
Afortunadamente, profesores/as que me marcaron para bien también los hubo, pero podría contarlos con los dedos de una mano. Aunque fueron pocos, hicieron mucho y bueno, y les recuerdo con cariño y admiración. Como cabría de esperar, no eran docentes al uso, tenían ese toque particular que les diferenciaba de los demás, que te hacían conectar con la materia que te estaban enseñando, que vivían con pasión y vocación su trabajo y que se frustraban cuando no les dejaban salirse de la norma establecida.
Recuerdo en mis primeros años de EGB, a un profesor suplente que ya era bastante mayor, con su pelo canoso y su barba poblada y como al terminar cada la clase nos hacía cantar mientras recogíamos las sillas encima de los pupitres “Napoleón tenía 100 soldats…” (si, la cantaba en valenciano) y seguíamos cantándola dando vueltas alrededor de la clase… ¡era el mejor momento del día! Ya se que no parece nada del otro mundo, pero ningún otro profesor en aquella época se le ocurría ponerse a cantar “a grito pelao” con un montón de niños de 5 años alborotados, soltábamos adrenalina y hacíamos algo en equipo antes de salir corriendo por la puerta a por la merienda. También recuerdo a mi profesora de 2º de EGB, Marisa, que tenía que lidiar con mas de 35 alumnos y nos llevo a un montón de excursiones para conocer cómo se hacían las cosas y los productos, lo pasamos tan bien en aquel curso… Ya de mayor en el instituto, nunca olvidaré a Mariví, era muy estricta, pero era condenadamente buena explicando y haciendo esquemas que llenaban la pizarra de punta a punta, sus clases eran como un baile de un lado a otro, era una mujer súper expresiva, y me enseño desde interpretar un mapa a escribir una disertación filosófica… saqué un 10, por cierto. Estaba claro que lo de enrollarme escribiendo era lo mío, jajaja… Pero aqui están todos ellos, en mis buenos recuerdos, y muchas de sus enseñanzas me acompañan y me acompañarán siempre. Gracias por dar lo mejor de vosotros mismos, queridos profesores.
Como no podía faltar en un día como hoy, le he pedido a mi querido “SuperprofeFran” que nos cuente…
¿Qué es ser maestro?
Hoy es el Día del Maestro. 27 de noviembre, que curiosamente cae entre el día del Químico (26) y el día de las personas sin techo (el 28 de noviembre). Tenemos días para tantas cosas…
Pero hoy quizás sea el momento de pensar “¿qué es ser maestro?”. Es una respuesta sencilla, dado que todo el mundo conoce esa profesión (no olvidemos que, no hace tanto, asistir a la escuela era un privilegio). El maestro es esa persona que explica en clase, que hace que los niños aprendan. Sería un resumen sencillo y simple.
Quizás algunos, ya más conocedores del tema, se les ocurrirían definiciones rimbombantes y preciosas, llenas de tecnicismos, inundadas de pedagogía… Y entre tanta definición olvidarán que es curioso que lo llamemos el Día del Maestro cuando en nuestras aulas predominan las maestras. Un genérico, como indica la RAE.
Lo cierto es que ser maestros no es un genérico, ni los tópicos que solemos pensar en primera instancia. Es cierta la diferencia entre un profesor y un maestro. El profesor enseña, el maestro educa, ¿y el docente? ese lo hace todo.
Los maestros de hoy en día son esas personas que deben acompañar de la mano a los alumnos, no llevarlos al sitio donde quieran ir, sino mostrarles un mapa, enseñarles a utilizar una brújula, y dejar que ellos caminen. El maestro de hoy es un coach, que alienta el espíritu cuando las fuerzas se desvanecen, es la fuente de sabiduría que desconoce muchas cosas, pero que está dispuesto a descubrirlas si son lo que motiva a sus alumnos. Son los buscadores de oro entre la gran nube de información de Internet, que ofrecen a los padres recursos para lo que cada uno pide, y son las personas que una vez han salido de sus trabajos siguen pensando, maquinando y trazando nuevas aventuras en las que embaucar a un grupo de niños.
Pero también son policías y jueces que intentan aplicar justicia, y a veces fallan. También son la sentencia que asigna un valor, numérico o como sea, a un esfuerzo y trabajo, y eso no siempre es sencillo, ni bonito. Quizás ser maestro tenga la responsabilidad de sembrar la sociedad del futuro, ya que los gobernantes de dentro de 20 años, los científicos, los empresarios del mañana, todos habrán pasado por las aulas en este día 27 de noviembre de 2017. Como dijo Joseph Addison “Lo que una escultura es para un bloque de mármol, la educación lo es para el alma humana”, con una salvedad, el maestro no esculpe, el escultor es el alumno.
Sintetizando, que los maestros somos muy dados a enrollarnos con las palabras, el Día del Maestro, más allá de celebrar el Día de San José de Calasanz (en honor a este pedagogo se celebra el 27 de noviembre), es un día para dignificar a esos maestros que nos ayudaron en nuestra vida, y recordar que son los sembradores del futuro.
Y yo sé que Fran es un sembrador de futuro, que cada día se levanta con ganas de hacer algo diferente e innovador que fascine y llene de interés a sus alumnos, que les inquiete y les atrape, de plantar la semilla, y no siempre tal y como lo enseñan en los libros. Si por él fuese, los libros ni los abrirían en clase, porque hay tantas maneras de transmitir el conocimiento, de forma vivencial, a través de investigación y proyectos, de forma tangible… y es una pena que, al final, la norma impuesta finalmente te obligue a encajar en ésa norma cuadrículada llena de baremos y objetivos que es la educación “de toda la vida”. Incluso diría que los mismos padres a veces cuestionamos sin querer esa forma de enseñar, porque estamos tan acostumbrados a los antiguos métodos que creemos que si no lo hacen de la misma manera en la que lo hacíamos nosotros es imposible que aprendan… y sin embargo nos quejamos cada vez que a nuestros hijos les ponen 2 paginas de deberes para mañana… ¿en qué quedamos?
En mi opinión, la cuestión está en que empiezan a “florecer” docentes que quieren cambiar las cosas, que saben a ciencia cierta que ésa nueva manera de hacer las cosas es la que al final triunfará, pero son las normativas en educación o los centros educativos con sus arcaicos programas pedagógicos, los que siempre quieren encorsetar las nuevas metodologías dentro de las antiguas, meterlas en la “cuadrícula”. Por otro lado, también tenemos el handicap de que este año tienen a un profesor así, innovador, rompedor, y al año siguiente tendrán otro que se basa en los métodos mas antiguos de la EGB y vuelta a empezar, trabajo anterior echado por tierra… o no… quizás algún día uno de sus alumnos le mencione en un post, como he hecho yo al principio, aunque esto no sea ni de lejos suficiente recompensa.
Al igual que en la crianza actual de los hijos, donde los padres y madres del siglo XXI tenemos que hacer de eslabón entre la crianza autoritaria y la crianza con apego, y al final nos hacemos un lío entre lo que somos y lo que queremos cambiar, hoy en día la educación se encuentra a medio camino entre lo antiguo y lo nuevo, en ese tira y afloja constante entre innovación o tradición… Espero que, en un futuro no muy lejano, se encuentre el equilibrio y poco a poco se vayan ampliando miras, cambiando a metodologías menos discriminatorias, como la de las inteligencias múltiples, porque todo depende del aliento que recibamos para poder volar mas alto, fuera de lo establecido y salirnos de las “cuadrículas”…
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