Estas últimas semanas se ha generado un poco de revuelo y crítica en redes sociales por la nueva moda en los patios de colegio de nuestro país: el fidget spinner (o simplemente spinner, para los amigos). Si, ése artilugio que gira incansablemente sobre si mismo entre los deditos de las manos de nuestros hijos.
Bien, ante la demanda desbordada de este “trastito” (“mamá, se llama spinner, no le llames trastito”, diría mi hija) para vanagloria de tiendas multiprecio donde lo venden por el módico precio de 4,5eu (6eu si lo quieres mas chulo, con luces, y demás), se ha abierto el debate sobre si un artilugio en su día creado por una madre para su hija con autismo (y que la pobre no tuvo dinero para renovar la patente y ahora se estará comiendo los codos de la rabia), es realmente necesario para el resto de los niños sin patologías de este tipo. Personalmente, a mí el spinner me pone más nerviosa que me relaja, pero eso ya son apreciaciones personales, jajaja…
Sea a no sea necesario para ellos, no deja de ser un juguete más de moda, que dentro de cierto tiempo acabará en un cajón como en su día lo fueron las muñecas Magikis, las gomitas de colores para hacer pulseras, los cromos de la liga del año pasado, etc…
“Es que estamos fomentando comportamientos consumistas”, dicen. Bueno, eso dependerá mucho de lo rápido que se satisfagan sus deseos o lo poco que den a cambio por conseguirlo, y no estoy hablando sólo de dinero.
¿Acaso no éramos pequeños consumistas cuando nosotros coleccionábamos cromos, los chinitos de la suerte, o sucumbimos a la “moda de patio” de la “mano loca”? Sii, esa que se pegaba por todas partes y que a los cuatro días estaba tan llena de pelusa que no pegaba nada… ¿te acuerdas? Y qué, no hemos salido tan mal, ¿verdad? Ah, pero esta última frase la usamos solo para cuando nos interesa… pues, afortunadamente, hay cosas que siguen perdurando en el tiempo, a pesar del ritmo de vida, de la tecnología o de que la calle haya dejado de ser segura para tirarse horas jugando a la pelota. Cambia el artilugio, cambia la moda, pero no cambia el hábito…
Las modas de patio, aparte de ser un nicho de beneficio para algunos reyes del marketing, no dejan de ser un mecanismo social para ser “parte del grupo”, es decir, la aceptación de grupo (y más en edades cercanas a la preadolescencia), lo que viene a ser socializar, actuar por imitación o generar sincronía entre dos personas (o más) con los mismos gustos. Es algo tan intrínseco del ser humano que podríamos remontarnos al momento en que un homo sapiens inventó el fuego y el de al lado quiso encender otro… “jooo, es que yo quiero uno también”.
Imagen by El Mercader de Juegos
Que si, que hay inventos o modas más interesantes que otras o que perduran en el tiempo como las canicas, las chapas, saltar a la goma o la peonza, aunque de todas las que he dicho casi la última sería la que mejor ha aguantado el paso del tiempo, el resto casi nos hemos dedicado nosotros a rescatarlas del baúl de los recuerdos, pero por ahí andan…
De nuevo, todo depende del cómo, el cuándo y el por qué… es decir, no vale pedir por pedir y conceder al instante y sobre todo sin preguntar el motivo de por qué lo quiere. Está claro que lo quiere porque lo tienen los demás, como nosotros queremos un smartphone de última generación porque lo tiene “fulanito” y mola, ¡claro que mola! Pero somos adultos y sabemos que no podemos tener las cosas de inmediato, que hay que ahorrar, como poco.
En el caso de nuestros hijos, estaría bien dejar algo de tiempo entre la petición y la compra, que “madure” un poco la idea, o que sea una recompensa por esforzarse ayudando en casa, haciendo sus deberes durante la semana, o cualquier cosa que nos gustaría que cambiase para mejor, es decir, que sea un aliciente. Y ya, para los más mayorcitos, una excusa para fomentar el hábito del ahorro y así que se lo compren ellos mismos y vean lo que cuesta conseguir un “spinner”.
Y como colofón de todo el proceso, establecer ciertas reglas o pautas de uso, sobre todo nada de utilizarlo durante las comidas o peor, ¡en clase! Que ya están circulando testimonios de profesores que ya no saben si prohibirlos en clase o dejar que los usen porque se supone que lo necesitan para calmarse… yo lo tengo claro, si no hay una prescripción médica, los “spinners” como los móviles, deberían dejarse en una cesta común nada más entrar en clase. Punto y final.
Seamos consecuentes, no dramaticemos en exceso con este tipo de cosas, porque al final solo le estamos dando más publicidad de la que ya necesitan… sentido común, es lo único verdaderamente infalible en esto de la crianza y educación de los hijos.
Y tu, ¿que opinas?
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Comentario
Es una moda más como las peozas de estos últimos años.Se lo pasan bien y les entretienen ,eso si en sus ratos libres (mcsal)