Lo dicen los expertos: “pelear por la comida es una batalla perdida con tus hijos” y eso es lo que me acaba de pasar en la cena. He de confesar que he sido un poco “kamikaze” viniéndome arriba y poniéndoles de cena un puré de zanahoria, que si, que no es un plato de MasterChef pero oye, me sale muy bueno, es sano y, francamente, lo echaba de menos. Lo echaba de menos porque, aunque sabes que no debes de hacer comidas especiales siempre a su gusto y sobre todo porque “esta casa no es un restaurante” (frase de madre por antonomasia), lo cierto es que al final, acabas eliminando ciertos platos del menú semanal sin darte cuenta… Llamémoslo hastío, cansancio, falta de inspiración o directamente olvido de que hace 10 años yo solía hacerme un puré de zanahoria porque me apetecía y punto.
No estoy hablando de los purés que les daba a mis hijos de bebés con todo lo imaginable alli metido y que mágicamente la batidora sintetizaba en una crema sosa pero llena de alimento… y en la mayoría de los casos, se la comían. Estoy hablando de un puré, una crema, un smoothie verde de esos que se llevan ahora, no sé, por variar e incluso por comer yo algo mas de verdura, ¡que esto del tupper para la oficina va a terminar con mi salud!
Pues hoy, con toda mi buena fe, les he plantado sendos platos de puré de zanahoria para que comiesen algo de verdura y uno directamente se ha puesto a decir que no a grito pelao, y la otra ha puesto cara de circunstancia porque para nada es su plato favorito, de hecho desde que cumplió un año de vida se negó en rotundo a comer purés y con cuatro dientes que tenía me las tuve que ingeniar para darle comida sólida… y es que hace 8 años eso del Baby Led Weaning no lo conocía ni Rita la portera…
Resumiendo: los dos se han ido a la cama sin cenar. Si, podía haberles cambiado la comida por otra cosa, pero entonces esta casa sería un restaurante, o podría haberles metido el puré con embudo, como siempre amenazaba mi madre, pero esa idea se quedó en mi imaginación presa de la mala leche que tenía (quita, quita, ¡y que acabemos en urgencias!). Asi que, como yo ya sé desde hace muuuucho tiempo que las peleas con la comida son una batalla perdida, me he mantenido estoicamente en mi sitio, repitiéndoles la frase de “comete la cena” mientras recibía gritos del pequeño y la mirada de “¿en serio?” de mi hija, que ya me vaticina que esto de la preadolescencia empieza a ser demasiado precoz en estas generaciones…
Justo la misma cara que me ha puesto mi hija, ¡clavaíta!
Y mientras contemplas como tus hijos desfilan a la cama en defensa de su autodeterminación y haciéndote caso por una vez en todo el dia (es asi, yo les mandé a la cama), te quedas sola y derrotada frente a la batalla campal en la que se ha convertido tu mesa, tu cocina y tu alma, porque a las madres estas cosas nos duelen… porque nos duele la culpa, como siempre. Y entonces piensas en que para que coño te dió hoy por hacer puré de zanahoria si sabes que no les va a gustar, o por qué no pasaste de todo y preparaste unos bocadillos para cenar (rápido, fácil, mínima suciedad, cero batallas), o para que te molestas en invertir tiempo cocinando si al final no lo aprecian (si son macarrones sí, hombreeee… faltaria, te hacen la ola si es necesario), o por qué se comen el dichoso puré de verduras en el comedor del cole y en casa no (voy a pedir un grabación del momento estelar porque ya ni me lo creo), o piensas que ya no sabes cocinar bien porque hasta un catering recalentado sabe mejor que tu comida, (ya han perdido el paladar por completo, es evidente) o piensas que claro, esto pasa porque trabajas fuera y no les das comida casera a tus hijos, y es que claro, eres una malamadre…. (y te viene la imagen de esta señora ama de su casa y que hace hasta croquetas de jamón… y venga “latigazos”, zascaaaa…)
Y si, tooooodos estos pensamientos pasan por la mente de una madre reventada de cansancio y encima se acaba echando la culpa. Si es que mira que nos gusta echarnos la culpa… ¿esta habilidad vendrá con el kit de madre? Y al final te serenas y te llega la lucidez y las preguntas correctas: ¿Y que haces les obligas a comer? ¿Les guardas el puré para el desayuno de mañana y sino para la comida y sino para la merienda? No, no funciona, os lo digo yo… a lo mejor, por miedo, consigues que se lo coman, o como hacía yo de pequeña con las sopas de pescado: cucharada de sopa, trago de agua y al final poco menos que tenía arcadas. Por supuesto llegué a aborrecer las sopas de pescado y derivados pero hoy, como adulta que soy, sé que sería capaz de comérmela pero imagino que con la misma cara de hastío y desgana que mi hija con el puré.
No sé si reir o llorar… ¡cuanta razón! (by La Quiles)
Y es que a fin de cuentas la comida tiene que ser un placer y estamos de acuerdo en que nuestros hijos tienen que tener una alimentación variada y saludable (y sino ya está el catering del cole que hasta les ponen garbanzos y se los comen – en casa ni de coña of course), pero si hoy no quieren puré de zanahoria, es muy probable que en un futuro hasta les guste, quien sabe, tampoco se van a desnutrir por un puñado de zanahorias, ya se las meteré en la salsa de los macarrones, ya, jajajaja… En fin, yo se de una que no comía cebolla ni machacada, tenía un sensor en la lengua infalible y hoy la echo en todos los guisos, porque como siempre ha dicho mi madre “un guiso sin cebolla no tiene sentido”… y es que al final, ¡las madres siempre tienen la razón!
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