Cada fin de trimestre o curso escolar llega ese momento que, cuando éramos niños recordamos con cierta amargura, o nerviosismo: el complicado día de la entrega de notas del colegio. Nos entraba un pequeño ataque de pánico, y en algunos casos debíamos llegar a casa, con cara de susto, y entregar nuestra “sentencia de muerte” a unos padres que ya preparaban el clásico discurso de responsabilidades.
Hoy los padres somos nosotros, y aun asi, seguimos sintiendo pánico cuando llega el dia en que nuestros hijos traen las notas a casa, porque casi parece que nos las pongan a todos, aunque no debería de ser asi, pero las cosas han cambiado y nos implicamos cada dia tanto por motivarles, darles herramientas para estudiar (que no es lo mismo que hacerles los deberes), apoyarles cuando un examen no ha salido con la nota esperada… en fin, decimos muchas veces que en nuestros tiempos nuestros padres no nos ayudaban en nada con los deberes, era solo cosa nuestra pero, como con todo, al final nos amoldamos a las nuevos tiempos, situaciones, modos de vida… y de estudio.
Y con las notas pasa lo mismo, ya no se evalúa de la misma manera ni en base a los mismos criterios que en nuestra época o, al menos, se está intentando cambiarlo, tal y como nos cuenta aqui Fran Nogales (“SuperprofeFran” como le suelo llamar yo), nuestro colaborador en temas educativos y que, precisamente, lo hace desde ambos puntos de vista: el de profesor y el de padre.
Asi que empecemos… por el principio:
¿Quién pone las notas?
Cuando las notas son buenas entendemos que las ponemos nosotros, con nuestro esfuerzo y trabajo, somos los que las ganamos y nos sentimos merecedores de las mismas. Cuando son malas es el profesor quien nos las pone. Pero hay una realidad indiscutible, más allá de nuestro trabajo y esfuerzo, es siempre el docente quien la escribe y es él quien la decide. Como profesor, os garantizo que es el momento más complicado de mi profesión. La responsabilidad de que un alumno tenga un cinco, o un siete dependerá en primer lugar del docente, y en segundo lugar del propio alumno, aunque dependerá de que el profesor sepa ver su trabajo. Esa responsabilidad os puedo garantizar que no es liviana, y siempre me quedo con la sensación amarga de saber que seguramente me estaré equivocando.
¿Qué pone en las notas?
Puedo valorar muchos aspectos, asignar un valor a la actitud en el aula, valorar el trabajo realizado, valorar los resultados de unas pruebas o exámenes, valorar si un alumno trae sus materiales, sus intervenciones en el aula y algunos aspectos más. Asignar un valor numérico a cada uno de esos aspectos y su porcentaje en la nota final, reflejarlos en una tabla de Excel (por ejemplo) y convertirlo todo en un 7, o un 8 o un 5, eso es la evaluación, es objetiva, pero no es real.
En las notas por tanto hay una valoración de evidencias, de las cosas que uno ve sobre sus alumnos, pero no valoran si un alumno necesita dedicar cinco horas para hacer unos ejercicios o los hace en cinco minutos (que sabemos que ocurre), esas notas no reflejan los esfuerzos que debe hacer un alumno para comprender algo, ni los sacrificios que ha realizado renunciando a otras actividades para quedarse repasando en casa. Yo, como maestro, sé que mis evidencias en las que fundamento las notas representan una pequeña parte de la verdad, un porcentaje mínimo del esfuerzo, sacrificio y resultados del niño/a, pero no reflejan los esfuerzos del alumno, sus renuncias y sacrificios, ni la labor realizada fuera de las paredes del aula, y eso es algo que me parece injusto, y a la vez difícil de superar, dado que son aspectos académicos que se desarrollan fuera de la escuela. Entonces….
¿Qué hacemos los padres respecto a las notas?
Como padre, y como docente, os cuento lo que yo hago, y espero seguir haciendo. No debemos reñir a nuestros hijos por sus resultados, al igual que no debemos premiarles por sus resultados, sino que debemos de hacerlo según sus esfuerzos. Nosotros sabemos si se han dejado la piel en ello, nosotros sabemos si el suficiente de mi hija es un suficiente labrado con sudor y peleado día a día tratando de que lo comprenda. De igual manera yo sé si mi hija ha sido holgazana y ha tratado de esquivar sus obligaciones y hacerlas rápidamente y con la ley del mínimo esfuerzo. Mi discurso como padre, por tanto, debe ir enfocado a esos aspectos, siendo breve (algo complejo para un educador en mi caso) y conciso. Y sobre todo debe ser una conversación enfocada a la esperanza, y a la acción (ya sabéis, la motivacción).
Estamos en la segunda evaluación: tenemos tiempo para mejorar, y debemos encarar el último esfuerzo para lograr unos resultados fantásticos. No importa si el profe no se dio cuenta de nuestro esfuerzo, no importa si dediqué 25 horas al día a practicar la división, lo que importa, lo que realmente importa, es que nosotros nos hemos esforzado, que hemos mejorado respecto a nosotros mismos (lo ponga en un papel o no) y que nos sentimos orgullosos de nuestro esfuerzo. Y si no nos sentimos orgullosos, o si creemos que pudimos dar más, trazar un plan, repensar un momento cada día para mejorar algo de alguna asignatura, y marcarnos pequeñas metas alcanzables.
Aunque también reconozco que el punto de vista de un profesor, algo chiflado, no tiene por qué ser compartido ni por otros docentes, ni por los padres. Por suerte, la diversidad de pensamiento nos hace más grandes, y mejores en nuestro conocimiento de la verdad.
Bueno, él dice que está “chiflado” pero yo pienso que tiene muy buenos criterios y muy buenas ideas, porque no se puede ni imaginar la tranquilidad que nos da a los padres sabiendo que no sólo va a contar una nota de exámen en las calificaciones finales de nuestros hijos, porque hay tantas variables externas que pueden afectar a una nota de exámen: nervios, una mala noche, estar un poco enfermitos, etc… pero sobre todo, porque cuenta TODO, absolutamente todo lo que se hace en el aula, incluso estar atento en clase o llevar una libreta aseada, o hacer las fichas de repaso, o simplemente tener una buena idea… es MOTIVACIÓN Y SUPERACIÓN diaria, y nosotros lo notamos en nuestros hijos, porque no es lo mismo enseñar a sumar, restar o dividir, que a ENSEÑAR A COMPRENDER EL MUNDO y eso a veces, solo lo logran los “genios chiflados”… gracias Fran por tu locura diaria…
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2 Comentarios
– estupendo post!
Gracias! Fran siempre nos regala un trocito de reflexion, conocimiento y sentido comun!