Yo sé que tu quieres a tus hijos, pero ¿ellos lo saben? ¿Crees que tienen una mutación genética como los X-Men y tienen la virtud de la telepatía? ¿A que no?
Como siempre, los padres y madres, en nuestra carrera diaria llena de rutinas, obligaciones, facturas que pagar, problemas domésticos, problemas en el trabajo, etc,… ya no es sólo que nos olvidemos de estar contentos, aunque sea un rato, o que dejemos de percibir los pequeños detalles y, sin darnos cuenta, nuestros hijos se nos hayan hecho mayores, es ya incluso peor, es que estamos sumidos en tal vorágine diaria que no nos detenemos ni para decirles un “te quiero”, en voz alta y clara, acompañado de un abrazo, así ¡sin más!
Vivimos tan centrados en lo negativo de nuestras vidas que al final nos lo creemos, y vamos siempre subrayando lo malo y olvidándonos de lo bueno, tanto, tanto que nos olvidamos de hablar en positivo a nuestros hijos. Sin darnos cuenta, les sumergimos en nuestro pozo de amargura y desazón, recordándoles día a día lo feo, lo difícil y costoso de la vida… Hay quien dice que eso es bueno, para que no crezcan pensando que esto son “los mundos de Yupi” (lo peor es que no tienen ni idea de quien es ese tal Yupi y menos mal…), y no está mal que en cierto modo sean conscientes de la realidad que les rodea, pero por favor, sin pasarse.
La infancia, esa que todos recordamos con añoranza y con una sonrisa en nuestra cara, ¡es para vivirla con alegría, con juegos, diversión y magia! Lo demás, deberes, obligaciones, responsabilidades… viene solo y lo irán adquiriendo en base a su madurez individual y a su desarrollo mental. No les hagamos adultos antes de tiempo.
Es un hecho, a casi todos nos pasa en nuestra ansia por tener hijos perfectos, responsables y maduros. Nada más entrar por la puerta después del cole les “leemos la cartilla” sin reparos, sin un “hola hijo, ¿cómo estás, que tal tu día?”. No, directamente les echamos la bronca al ver que viene sin la chaqueta con la que salió esta mañana y ya para rematar les soltamos “¡es que eres un desastre!”… ¡¡¡toma etiquetazo al canto!!! Luego, no queremos que los compañeros o profesores del cole etiqueten a nuestros hijos y resulta que somos los primeros que lo hacemos y precisamente les llega de las personas a las que más quieren en su vida: su papá y su mamá.
En casa, la mayoría de padres y madres (nosotros también), cometemos muchiíiiiisimos errores diarios con nuestros hijos, muchas veces por culpa del estrés que llevamos acumulado durante todo el día y ello nos aboca a que saltemos a la mínima que hacen algo mal y nos sacan de nuestras casillas. Pero, en realidad, lo que ocurre es que nos están sacando de nuestra “zona de confort”, ésa que llevamos anhelando todo el día y justo es por la tarde, cuando llegamos a casa y queremos relajarnos un poco, cuando convivimos más con nuestros hijos y, evidentemente, hacen alguna trastada y entonces salen de nuestra boca los manidos “¡¡es que tu nunca… es que tú siempre… es que mira que te he dicho mil veces…!!!” sin pararnos a pensar en toooodo lo bueno que han hecho durante el día y que simplemente pasamos por alto porque tenemos esa convicción de que si hacen algo bien es que “se supone que es normal y lo que se espera de ellos”. ¿Seguro?
Si algo odiaba de pequeña era que mis padres me dijesen “es que es lo que se espera de ti” cuando traía una buena nota casa. Mi decepción era mayúscula porque para mí había supuesto un esfuerzo increíble conseguir esa nota, era algo extraordinario y resulta que al llegar a casa lo convertían en algo sumamente “ordinario”, algo normal, algo que se espera.
Supongo que, como nunca he obtenido ése tipo de reconocimiento de quien más quería, nunca nada ha sido ya suficiente para mí y al final creces con esa pequeña frustración que día a día intentas salvar reconociéndote a ti misma todo aquello de lo que eres capaz, de todo lo que vales, del “yo puedo”… y aun así, no te lo acabas de creer. Y cada día pones el listón más alto, y la sensación de satisfacción total nunca llega. Y eso no es bueno…
En el fondo no les culpo porque sé que la gente de su generación poco o nada sabía sobre la gestión de las emociones, incluso de las suyas propias, o de como verbalizar el cariño, que sumado a ciertas personalidades más introvertidas, pues genera estas situaciones que, sin querer, dañan la autoestima de los hijos.
Por eso, y esto lo he tenido clarísimo siempre, a mis hijos les intento transmitir mi amor incondicional y mi reconocimiento por sus pequeños logros, cada día… Cada día les digo que les quiero, que son mi vida, se lo digo mirándoles a los ojos, henchida de orgullo y les abrazo, fuerte, muy fuerte, a ver si así mi amor se les mete más adentro. Y ellos, espontáneamente, vienen a mí, sin motivo y me hacen y dicen lo mismo, y entonces sé, que lo estoy haciendo bien, a pesar de la cantidad de errores que cometo cada día (y son muchos, creedme). El amor verdadero sólo puede traer más amor. No te cortes, ¡sácalo fuera!
Si quieres que lo bueno se repita, reconócelo cada vez que suceda, porque tu sonrisa, tu reconocimiento, tu aceptación, tu halago, es la mayor motivación para tus hijos de seguir haciendo las cosas bien, y sentirán que son capaces, que ellos pueden, que nada es imposible… como toooodas esas “frases” que compartes cada día en las redes sociales y que tú mismo ni te crees, quizás es porque alguien no te dejó realmente creerlo o quizás seas tú mismo quien te lo impide cada día…
Déjales que ellos crezcan sabiendo que el poder, en verdad, está en ellos mismos, con la seguridad que otorga sentirse amado sin reservas.
Diles, que les quieres…
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4 Comentarios
cuanto me toca,cuan identificado me siento….vivir para aprender…
Me ha encantado este post!cuanta razón tienes y cuantos errores cometemos a veces.Yo intento siempre preguntar a mis hijos como les va e interesarme por su cosas,pero es cierto que sin querer y más ahora que son más mayores no suelo decir "te quiero".Y ciertamente cuando crecen también lo necesitan. (mcsal)
Cuanta razón tienes, pero sabes lo que pienso que vivimos según las circunstancias en las que la vida nos pone y que ellos las viven con nosotros por lo tanto se van preparando según el entorno en el que su familia se va desarrollando o creciendo según las situaciones de su día a día, no es que les enseñemos por que queramos que la vida son los mundos de yupi, sino que ya se adecuan al día a día y las circunstancias familiares, por mucho que nos pese. Ana Roberto.
Es un post genial